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Capitulo 3 - Una Chica Muy Mala

-¿el jefazo pasara por ti? –la pregunta de Stella me tomo por sorpresa, había un gran elefante rosa en la habitación, con el pasar de los días acepte que me había equivocado pero jamás se lo confesaría a ella, por mi parte me mantenía en mi trece.
Las cosas no estaban bien entre nosotras, aquella confidencia que existía entre las dos se había fracturado. Ni siquiera le conté como llegue a invitar a Gerard a la cena con el señor Moses, no podía volver a mencionar a Ethan o perdería a la única persona después de mi madre que verdaderamente me importaba. Una conversación disfrazada, comentarios a medias sin una completa verdad.
-no, esto no es una cita. Él llegara al restaurante a la hora acordada –le respondí cuando decidía si pintaba mis labios de un rosa coral o un palo de rosa.
-Annie, necesito contarte algo –se sentó en mi cama y el tono empleado no presagiaba nada bueno.
-Stella por favor –le advertí - vale que la hice grande aquel fin de semana, pero olvidemos ese asunto –le dije porque empezaba a presentir de que se trataba todo esto y bueno, ¿esto contaba también como una excusa, no?
-Robert me comento hace un momento mientras hablábamos por teléfono que Ethan y Aubrey saldrán esta noche a cenar –
-¿y a mí eso me importa por? –pregunte con indiferencia, creí que la estúpida aquella aun le daría más largas a Ethan, pero veo que me equivoque.
-solo quiero protegerte –susurro  con la voz quebrada, esta era mi incondicional Stella, me levante del tocador al instante para abrazarla.
-¿de qué quieres protegerme? –La consolé como a una niña pequeña –esa fue una noche loca, a la azar ¿Cómo podrían nuestros caminos volver a cruzarse? En caso tal ¿desde cuándo me interesaría volver a repetir con él? De las dos la que le van las relaciones es a ti, no me va eso de ir persiguiendo a los hombres –bromee.
-¿quizás para mortificarle la vida a Aubrey? –pregunto recelosa.
-¡ni que fuera importante la mosquita muerta esa!  –mantuve mi tono bromista.
-¿lo ves? –
-no me pidas que finja que me agrada –le recrimine –no quiero hablar de ella, oh por Dios ¿Qué labial utilizo? –me levante de la cama como un resorte y le enseñe los tonos para que me ayudase.
Una batalla menos había librado con Stella, ella entendió la indirecta y se puso manos a la obra, para cuando llego la hora de la cena me encontraba igual de ansiosa como aquella mañana antes de la reunión. El hecho de que mi mente solo pensase en como seria cenar con el señor Moses, ¿Qué impresión se llevaría su esposa de mí? O que la decisión final de darnos la cuenta aún no la hayan tomado y esta cena signifique más de lo que pensamos en la empresa me hace reconciliarme conmigo misma porque eso quiere decir que Ethan en realidad fue un rollo de una noche sin importancia, que por mucho que Aubrey me fastidie lo que pase con su vida me tiene sin importancia, en mi vida tengo otras prioridades y precisamente su vida amorosa no cabe entre ellas. Pero muy allá en el fondo no pude evitar sentir un poco de envidia, una estúpida como ella no merece a un hombre como él, bueno puestos así, yo menos.
Para cuando llegue al restaurante Gerard me esperaba, se veía absolutamente apuesto con su traje de etiqueta y la mirada que me dedico levanto unos poco grados mi autoestima, últimamente parecía esa tu función y también lo cual me molesto, no necesitaba de un hombre para valorarme, ni la opinión de los demás para conocer mi propio valor. No necesitaba de la admiración de nadie para reconocer lo atractiva que me veía con este modelo sobrio pero seductor, entre lo formal y lo estilizado; pero mi mente mezquina también pensó que en algún punto de la ciudad Ethan y Aubrey también se estarían reuniéndose para cenar, quizás en un sitio neutral para no correr demasiado rápido, podía imaginar a Aubrey vistiendo algo informal, sin ningún atractivo y como un suicidio para la moda, pero a Ethan seguramente le parecerá lo más hermoso que habrán visto sus ojos porque de seguro su dulce y encantadora mujercita aun desnuda afearía a cualquier modelo de chanel. Me reprendí por los derroteros de mi imaginación, no podía permitir distraerme, frente a mi tenía un hombre que no estaba compartiendo sus pensamientos con nadie más esta noche y allí dentro estaba mi seguro de vida.
-no he conocido una mujer más hermosa que tu –pronuncio Gerard cuando estuve a un paso de él.
-adulador –sonreí coqueta.
-la modestia no es una de tus virtudes –señalo antes de tomar mi mano entre las suyas y dejar un ligero beso en el dorso. Me seducían sus aires de señor, pero ambos sabíamos que todo era un medio para un fin y se lo hice saber.
-otros con menos, igual me han tenido en su cama –su sonrisa de tiburón se dibujó en sus labios.
-¿significa que lo he conseguido al fin? –
-significa que si seguimos jugando al tonto haremos esperar al señor Moses y a su esposa –dije como finalización de nuestro coqueteo.
Al llegar a nuestro reservado como lo imaginaba ya se encontraba el señor Moses y su esposa, al instante en que su atención estuvo en Gerard y en mí, él se colocó de pie y por unos breves instantes quede cautivada con sus ojos, nunca había visto unos ojos violeta como los míos en un hombre y en una mujer era de por si una extravagancia, muchas personas aludían el parecido intenso entre mi madre y yo pero a diferencia de mí, mi madre tenía los ojos claros como la miel.
-impresionante –la palabra susurrada por la señora Moses me arranco de mi ostracismo, creo haberme ruborizado pero en mi defensa no era la única en la mesa que había caído en el embrujo de la escena.
-lo siento –me disculpe prontamente –es la primera vez que… -no pude terminar la frase porque el señor Moses al que nunca había visto en persona, me estrecho aún más fuerte la mano invadiéndome de una sensación cálida y cómoda sonriendo con ¿familiaridad?
-usted era la indicada –dijo crípticamente y a continuación se hicieron las presentaciones, dejándome fuera de base por un tiempo más.
El matrimonio Moses resulto ser un verdadero encanto, eran una pareja que llevaban años de casados. La esposa del señor Moses, Amelia era una señora baja y regordeta con el cabello a la altura de los hombres, de sonrisa fácil pero de una mirada aplomada. La cena paso sin contratiempos y para el final me sentía como el gato que se ha comido un ratón.
-usted tenía razón, señorita Jones. La campaña que nos presentaron posee personalidad –había dicho al final Edward Moses.
-solo resaltamos las características del producto –dije con una falsa modestia ensayada.
-oh cariño, podrías acompañarme al tocador –me pidió la señora Amelia –y entre tanto no pierdan el tiempo hablando de números –dijo sonriéndole con afabilidad a Gerard.
Amelia me tomo del brazo como si fuese una costumbre entre nosotras de tiempo, no había duda que era una mujer sin prejuicios o normas de etiqueta. En el camino empezó a comentarme que industrias Moses era una empresa familiar que inicio con una gama de juguetes, todos inspirados en su único hijo.
-pero ahora nos hemos diversificado –soltó una risita culpable cuando entrabamos al servicio de señoras del restaurante.
-oh, yo lo llamaría más que diversificar –fue mi contestación.
-Annette –tomo mi mano mirando directamente a mis ojos –tenía intención de conocerte esta noche porque había revisado tu curriculum con anterioridad, te queremos en industrias Moses. Solo que no esperaba que vinieras con el subdirector general de Brosnan Enterprise ¿son parejas ustedes? –soltó mi mano y empezó a esponjarse el cabello frente al espejo como si no hubiese soltado una bomba ante mis pies.
-n-no –sus ojos me sonrieron a través del espejo –un momento, pero creo que no he entendido nada –
-todo era un teatro esta noche, claro que necesitamos de ustedes para la campaña. Bueno, a ti y lo has conseguido como esperábamos –
-pero yo no puedo abandonar mi puesto –
-lo harás si te damos las garantías –
-no puedo –
-el lunes diremos que necesitamos de tu presencia en nuestras oficinas y hablaremos con mayor claridad –fue su sentencia dando por terminada su pantomima frente al espejo.
Salimos del servicio una al lado de la otra, Amelia triunfante ante mi mutismo y en lo personal solo quería una copa ¿abandonar Brosnan Enterprise? Allí tenía a Robert, tenía mi propia oficina y este contrato me resultaría en beneficios incalculables entre los directivos, el lunes mi respuesta seria la misma. NO.
-ustedes se han demorado el resto de cena –bromeo el señor Edward y compartió una mirada conocedora con su esposa. Me sentía parte de un plan que escapaba de mis propias manos.
-espero que antes podamos compartir una última copa –pidió Amelia y le agradecí interiormente por la idea.
-¿sucede algo? –susurro Gerard a mi oído mientras el señor Edward llamaba a un camarero, me vi en la tarea de sonreírle, él menos que nadie podía saber que me habían citado para ofrecerme un nuevo puesto de trabajo.
Cuando las copas fueron traídas, tome la mía sin esperar invitación y la vacié de un golpe.
-vaya, alguien aquí tenia sed –bromeo Gerard sellando la noche.
Gerard y yo nos despedimos del matrimonio Moses en el aparcamiento del restaurante, el contrato finalizado y con perspectivas de arreglos en el transcurso de la semana. Gerard en la más completa ignorancia, el mundo empresarial se planteaba ante mí como un ardid de intereses. Mi lealtad era mi carta de presentación y ella estaba con los que apreciaba, ya vendrían el momento de pensar en la vorágine de los acontecimientos.
-¿y bien? ¿Quieres que te lleve a casa? –dijo Gerard cuando nos quedamos solos mientras giraba en sus manos las llaves de su coche.
Por un momento considere su oferta, lo mire evaluando la expresión de su rostro. Ambos sabíamos la implicación de sus preguntas.
-¿Por qué quieres complicar las cosas? –pregunte en respuesta.
-¿Por qué me escogiste a mí para venir esta noche? –me enfrentó.
-hacías parte de la cuenta –
-tu amiguísimo Robert también –
-mi AMIGO –le recalque.
-ven a mi departamento a una copa y después si quieres yo mismo te llevare de regreso sana y salva a tu casa –oferto.
-una copa y no estoy obligada a nada más –
Gerard sonrió en victoria y me ofreció su mano para guiarme hasta su coche. La oferta era una inocente copa, si mantenía mi opinión de no involucrarnos tenía la seguridad que él no intentaría algo en mi contra, estaba convencida que Gerard no era ese tipo de hombres de lo contrario no era una mujer desvalida y de los dos él tenía que perder mucho más que yo. Entramos por un parqueadero subterráneo y aparcamos en una plaza privada.
-bonito lugar –me miro desde su posición y una sonrisa ladeada curvo sus labios.
-este solo es el aparcamiento –
-vaya, no me había dado cuenta –bromee mientras esperaba que accionara el seguro del auto para poder salir – ¿ahora escribirás algún código? –le pregunte frente al ascensor.
-quisiera sorprenderte pero no, no vivo en el penthouse del edificio –
-una verdadera lástima –le sonreí dentro del ascensor.
Al entrar en su departamento me las arregle para no mostrar mi asombro, este no era un apartamento de soltero cualquiera, era EL apartamento de soltero.
-no quisiera conocer el penthouse –intente continuar bromeando cuando la elegancia del lugar jugaba a sobrepasarme.
-tampoco es gran cosa –dijo mientras colgaba nuestros abrigos sobre una percha tras la puerta –toma asiento mientras nos sirvo –
Me senté en un sofá junto a la gran ventana que daba una iluminación incorpórea a la instancia, observaba a Gerard servir nuestras copas, no sería mala idea perder la cabeza por una noche aunque ¿Cuándo me había caracterizado por ser sensata? Desde otra perspectiva debería echar un polvo con este hombre para reemplazar a Ethan en mis últimos recuerdos sexuales, él sí que fue una mala decisión por todo lo que ha conllevado.
-¿blanco? –dijo ofreciéndome una copa y sentándose junto a mí, muy junto a mí.
-¿esta es la parte donde digo una línea de coqueteo? –
-un poco de romanticismo no estaría mal –dijo tomando un sorbo de su copa e inclinándose sobre mí.
-alguien me dijo una vez que hablaba demasiado –fue toda mi respuesta, deje la copa en el suelo y pegue mis labios a los suyos.
Lo sorprendí sin lugar a dudas tomando la iniciativa, en su favor tengo que decir que supo recomponerse, en un punto abandono también su copa y con sus manos libres me coloco a lo largo del sofá.
-creí que solo sería una copa –se burló desde su altura.
-en eso estábamos –dije deslizando mis bragas fuera de mí, enseñándole una panorámica preferencial de mi límpido coño.
-mis fantasías no te hacían justicia –dijo francamente descolocado.
Subí hasta arriba el vestido, no había duda de lo que quería. Esta era mi noche, él me había perseguido sin tregua, era el momento de que demostrara que tenía para ofrecer. Se instaló entre mis muslos haciéndome sentir su excitación y su boca toco con tiento la mía, no quería delicadeza, quería sentir toda su pasión, así que frote convulsamente nuestros cuerpos y saquee su boca con alevosía, sus manos sujetaron mis muslos cuando lo note empezar a perder el control.
-vamos a mi habitación –dijo con la respiración entrecortada.
-aquí hay suficiente espacio –me le insinué.
-créeme allá tendremos más –insistió.
Desesperada por tener mi final feliz me desprendí del vestido en la sala junto con el sostén, no quería ir a su habitación, no estábamos lo suficientemente ebrios como para ignorar la intimidad que nos podría ofrecer su recamara.
-venga desnúdate, yo también quiero verte –lo inste.
-¿Cuál es la prisa? La habitación está a unos pasos –no estaba convencido con mi propuesta.
Me acerque a su cuerpo en tensión, él estaba en esto incluso más que yo podía sentirlo y por un momento desconfié, pero después de todo ¿acaso no son los hombres los que te follan y te dejan después? Con presteza saque su camisa y bese cada musculo bien desarrollado, succione sus pezones haciéndole sisear. Ágilmente lo libere de sus pantalones y disfrute de la vista.
-si no quieres ir a la habitación tiéndete otra vez en el sofá –dijo entre besos y lamidas, me sentía como en un precipicio, estaba en el borde pero no caía y eso me estaba poniendo de mal humor.
Decidí serenar un poco mi cabeza, quizás el problema era que estábamos luchando por hacernos al control de la situación, así que me tendí nuevamente en el sofá y dejarle hacer lo que su instinto le ordenaba. Sus besos empezaron a ser insistente, la dureza de su masculinidad estaba en sus movimientos, descendió a mis pechos y los devoro como quien ha salido de un largo periodo de ayuno. Nuevamente esa sensación de vacío, estar en el borde pero no caer.
-¿me lamerías el coño? –me escuche pedirle. Tenía que salvar mi noche, no podía irme sin un orgasmo.
-tranquila saltamontes –fue por toda su respuesta. Quería llorar como una niña pequeña enfurruñada ¿Qué estaba mal conmigo?
Gerard sin duda ante la opinión femenina sería considerado como un buen amante pero esta noche yo difícilmente me uniría a esa opinión. Cuando su lengua hizo su magia en mi centro simplemente el milagro no ocurrió, gemí porque se suponía que era lo indicado, curve mis dedos cuando debía, la magia pareció ocurrir pero por dentro estaba tan fría como un tempano. No, no, no; lo vi a través de mis parpados entrecerrados colocarse un preservativo, la penetración fue un poco dolorosa pero pareció no notarlo.
-dime que me sientes tanto como yo –gruño junto a mi oído.
-s-si –gemí no de placer sino de dolor.
Solo quería que acabara pronto, un coito doloroso no era la mejor experiencia para recordar y aunque él no tenía la culpa, me molestaba que en cada empuje no viera la diferencia entre una vagina lubricada a una que no estaba preparada para contener una erección. Cada gruñido me resultaba tan molesto como si tuviera reseca, maldita noche y sus resultados.
Cuando su cuerpo grande y pesado cayó sobre mí realmente fue un alivio, me acomodo entre sus brazos, beso una y otra vez mi sien, solo actué como si hubiese quedado agotada, sus manos me entorpecían y solo rogué desde lo más profundo que el sueño lo reclamara, lo cual hizo luego de quitarse el preservativo, anudarlo y tirarlo junto al sofá, suspiro como quien ha corrido una maratón y a los pocos minutos su respiración se normalizo.
-¿con que bien servido, eh? –le murmure al gigante junto a mí.
Sin ninguna modestia salí de la cárcel de sus brazos, ni aunque me hubiese dado el mejor orgasmo de mi vida hubiese quedado a jugar a acurrucarme con él. Me escocían las paredes vaginales, deseaba una buena ducha que me lavara de su sudor y crema, mucha crema para calmar la irritación vaginal. Camine en dirección de  la cocina y grande fue mi alivio cuando tome un vaso de agua helada, debía marcharme antes de que la dicha postcoital abandonara su conciencia y notara mi ausencia, primero muerta a volver a dejarme follar por Gerard.
Cuando abandone el apartamento respire aliviada, me permití recomponerme un poco en el pasillo, no sabía si quiera en que piso estaba, golpee varias veces el botón del ascensor hasta que al fin se abrió, estaba en un estado de ebullición insuperable, quería gritar, llorar, matar a alguien, cualquier cosa que me hiciese liberar todo la emoción contenida, no me di cuenta lo que había hecho hasta que el ascensor abrió en aparcamiento.
-¡maldita mi suerte! –jure cuando las puertas se abrieron y una decena de autos me dieron la bienvenida.
Intente golpeando otro botón que me llevase al primer piso o donde hubiese una salida cuando en la refriega el artífice de todos mis males se hizo presente.
-maldito estoy yo si te encuentro en los lugares más insospechados –entro sin ceremonia al ascensor dejándome pasmada -¿eres real o una alucinación de mi estado etílico? –hice una mueca cuando se tambaleo intentado tocarme.
-¿vives aquí? –pregunte como una tonta.
-hijo…claro que vivo aquí, ¿Dónde sino? –nuevamente se tambaleo y me vi en la obligación de sostenerlo.
-¿Cómo demonios fuiste capaz de llegar hasta aquí ileso? –no pude evitar preguntar.
-shh…deja de maldecir –hipo sobre mi cabeza y a mi pesar reí -¿a qué hueles? –me olisqueo como si fuese un perro y la risa ahora era incontrolable.
-para por favor –articule entre risas -¿en qué piso vives? –
-no me acostare contigo, no oliendo como lo haces –lo separe un poco de mi para verle el rostro.
-estas creído –murmure cuando vi su cara de fastidio –solo dime en que planta vives para dejarte a salvo donde no puedas hacerte daño –ahora mi tono no era para nada amistoso.
-aquella noche estuviste más encantadora –dijo apoyándose en mi –y olías mejor sin duda –
Ethan estaba ebrio hasta las trancas y un placer morboso empezó a reemplazar la frustración que momentos antes sentí, a juzgar la cena con su preciosa Aubrey no fue como había planeado. Entre piruetas, olisqueé mi cabello ¿a que olía? Bueno acababa de follar con otro hombre, mal polvo sí, pero igual se suda, simplemente olía a sexo, gran cosa.
-¿entonces? No sé si tú encuentras placentero estar encerrado en un ascensor, pero yo quiero llegar a mi casa. Así que o me indicas donde vives o te dejo aquí tirado –le advertí cuando lo único que salían de sus labios eran estupideces de borracho.
-quinto piso –
-al fin –
El ascensor abrió en un piso distinto al de Gerard y no pude evitar sentirme aliviada.
-las llaves –
-no sé –dijo frotándose los ojos –creo que las deje por aquí –intento buscar en un bolsillo de su camisa.
-a ver, déjame a mí –le pedí.
La tarea fue casi titánica, pero al fin las encontré en el bolsillo trasero de sus pantalones. Abrí con ella la puerta del departamento que me había indicado.
-no te vayas –murmuro cuando encendí la luz de la sala y me disponía a salir -¿Qué hacías aquí? –pregunto como si llevase tiempo debatiendo mi presencia junto a él.
-descansa chico –dije derrotada, ya mañana ni se acordaría que lo ayude a llegar a su piso.
-¿te tiras a alguno del edificio? –Y empezó a reír como si hubiese dicho la broma más divertida del mundo –bueno, ya te has acostado conmigo ¿eso cuenta, verdad? -
-no es de tu incumbencia –sentencie con una mano en el picaporte y justo su teléfono sonó.
Hubo algo gracioso en la escena, no era capaz de dar un paso en línea recta, no alcanzo si quiera las llaves de su casa y cuando fue a contestar su teléfono parecía un completo desastre. Por morbosa curiosidad espere a que contestara, estaba a un paso de mi necesitada libertad cuando él dijo su nombre.
-Aubrey…nena…un poco… -era suficiente, gire el picaporte y justo cuando estaba en el marco de la puerta el volvió a hablarme – ¡no te vayas aun! – ¡maldito imbécil! Quise gritarle pero el solo volvió a la conversación que llevaba por el teléfono - ¿solo?...no…si me acosté con ella, no hoy ¿Cuándo fue?-pregunto mirándome y el piso a mis pies pareció insostenible ¿Qué demonios estaba haciendo este tonto? –No debería molestarte, igual quien termino las cosas fuiste tú –sus hipidos de borracho le iban a costar una buena. Camine rápidamente hasta donde él y le arrebate el teléfono, colgué sin ceremonia alguna -¿la cague, verdad? –me pregunto en su más absoluta estupidez.
-tú lo has dicho –le dije con verdadero pesar y sin esperar a que replicara abandone su apartamento.



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