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CAPITULO 4 - Una Chica Muy Mala


Lunes, hoy este día tendría un nuevo significado para mí. Llegaría la contestación oficial de empresas Machine, la posible audiencia que me había anunciado la señora Moses, verle la cara a Gerard, ¡oh, ciertamente no podré verle a la cara! Hoy, no. De solo imaginar lo que él pensara de haberme ido sin despedirme o el recuerdo que él mismo tendrá de nuestro encuentro, provoca nuevamente un escozor insoportable en mi vagina, un escozor para nada agradable. Rememoro una y otra vez la escena y no encuentro que pudo haber salido mal. Es un hombre decentemente dotado, su técnica para hacerme el cunnilingus no era de una persona inexperta; sencillamente mi orgasmo no llego, lo imperdonable fue la resequedad de mi vagina y la actitud de él indiferente. Cierto que fingí pero era como si él hubiese estado en otra página diferente a la mía.
Por lo menos hoy puedo caminar, el sábado no quise ni levantarme de la cama. Las burlas de Stella solo sumaron motivos para mi gran estado de ánimo, solo puedo pensar que el karma existe, si tan solo me hubiese mantenido en la opinión de no acostarme con alguien del trabajo, ahora no tendría a mi espalda el peor revolcón de mi vida y que además fue con uno de mis jefes, esto es una absoluta mierda.
-¿estas lista ya? –pregunta Robert saliendo de la habitación de Stella y ajustándose una última vez la corbata de su traje.
-solo déjame tomar algo fuerte antes de irnos –él enarca una ceja no entendiendo mi actitud.
-¿es una broma? –
-oh, bebe. Solo déjala, que hasta yo tomaría una botella de vodka si fuese necesario si tuviera que verle la cara al peor polvo de mi vida –Robert entonces miró ceñudo a Stella.
-oh, oh –digo con una lata de cerveza en la mano ¿Qué? No bromeaba –Stella, cariño –le digo sorteando el terreno –
-¿Qué? –mira de Robert a mi sin entender lo que está sucediendo.
-¡no vuelvas a repetirlo! –es la respuesta enojada de Robert a Stella y sale tirando la puerta.
-¿pero que le sucede? Ni siquiera me dio un beso de despedida –
-oh, y a mí me dejara sin mi acostumbrado aventón de los lunes –le digo dejando renuente mi lata de cerveza –por Dios, Stella, no vuelvas a bromear sobre tu pasada vida sexual con tu futuro esposo –le digo dándole un beso en la frente y salgo también pitando, deseando que Robert en su estado de ánimo no me haya dejado olvidada.
Para mí fortuna Robert está en el parqueadero del edificio con su rostro enfurruñado pero aun esperándome, él es un sol.
-¡solo se ha acostado con el imbécil de Dave Simmons y conmigo! –despotrica apenas subo al auto.
-y créeme el mal polvo de la ecuación seria él –le digo medio en broma, medio en actitud consoladora, aunque tomó mis hurras en su favor de otra forma.
-oh, se me olvidaba que ambas probaron su caramelito –juro que lo intente, pero la cara de Robert no tiene precio y empecé a reír sin poder evitarlo –eres una perra –dice arrancando el auto y gracias a Dios que llevaba puesto el cinturón de seguridad.
-oh, vamos. No seas una nenasa, y solo lo dices porque te cabrea que otra polla haya estado en el coño de tu chica y como bien debes de saber ese caramelito solo fue probado por Stella cuando mucho en un par de ocasiones –dije a la defensiva cuando sus ojos me miraron como si me quisiese fulminar, hombres.
Llegamos al trabajo en un absoluto silencio, si quería estar enojado eso era problema de él y Stella. Estoy por replantearme eso de que mi dulce Robert sea un macho beta, aunque para el ego de un hombre mejor si somos vírgenes vestales cuando les abrimos las piernas, como si ellos lo fueran cuando llegan a nosotras.
-ustedes las mujeres son un absoluto dolor de cabeza –refunfuña leyendo algo en su teléfono, seguramente Stella le estará escribiendo.
-oh pero amas a ese dolor de cabeza en especial –le digo enlazando mi brazo con el de él mientras esperamos que abra el ascensor.
-es mi hermana, es casi imposible que no  la ame –es su respuesta y me deja fría en mi lugar.
-pensé que era Stella –mi voz se ha convertido en un murmullo.
-no, es Aubrey –nuevamente mira su teléfono y me separo de él apenas las puertas del ascensor se abren –el bastardo de Colleman está rondándola nuevamente –me dice bajo cuando se posiciona junto a mí –solo que él ha estado ocupado cuando mi hermana pequeña no ha visto el sol desde que rompieron –oficialmente soy un jodido caso de nervios.
-¿Cómo puedes saberlo? –un frio metálico desciende por mi columna, Stella por favor que no le haya contado nada.
-simplemente lo sé –dice cada vez más cabreado –un hombre como él no puede tener su polla dentro de sus pantalones –justo cuando lanza el ultimo comentario las puertas se abren y prácticamente salgo corriendo y maldita mi suerte que junto al pasillo de recepción esta Gerard ¿esperándome? Por un demonios que no sea así.
-buenos días –murmuro poco entusiasmada, Robert le estrecha la mano educadamente y sigue su camino sin esperarme, maldito traidor.
-por tu cara no creo que sean muy buenos –me responde Gerard y solo quiero que la tierra me trague.
-no vamos a tener esta conversación –digo a la defensiva y camino en dirección a mi oficina.
-como que me llamo Gerard Stewart sino –le escucho decir y oficialmente este día se ha convertido en el peor de mi vida.
Bueno, mejor temprano que tarde, vivo resolviendo mis estupideces la mayor parte del tiempo, esto no es más que un problemilla adicional que tengo que capear en mi haber. Coloco mi portafolio sobre mi escritorio y mi cartera sobre el mueble que está detrás de mí silla, Gerard entró a mi oficina y el único sonido que se escuchó fue el del clic de la puerta al echar seguro. Decido dejar que él entable la conversación, por mi parte no hay nada que decir.
-¿esta es tu nueva forma de jugar? –me increpa ante mi silencio -¿fingir que no tuvimos sexo el viernes por la noche? –su voz es apenas contenida y no sé si sentir admiración ante su autocontrol o fastidiarme por su maneras de señor.
-no es un juego, simplemente sigo el curso natural de las cosas –le contesto indiferente mientras tomo asiento.
-¡eres increíble! creí que después de lo que compartimos al menos hubieses tenido el tacto de no irte sin despedirte –esto es más de lo que puedo soportar.
-¿lo que compartimos? Creí que habíamos follado. Lo mismo que hice con otro hombre que ni sabía ni mi nombre en un cuarto de una disco no hacía una semana y lo mismo que hare con el primero que me cruce cualquier día antes que termine esta semana –su cara era ilegible ante la frialdad de mis palabras –Gerard, follar es mi pasatiempo y no repito con el mismo –él sacude la cabeza como si no creyese que le hubiese dicho esto.
-podemos tener algo real –dice como si estuviese convenciéndose de la verdad más absoluta.
-no sé qué impresión tienes de mí, pero soy una mujer con una profunda letra escarlata en mi frente, ya he perdido la cuenta de cuantos hombres han pasado en mi vida y ciertamente tú no eres especial –
-eres repugnante –me dice asqueado, hago una mueca cuando percibo la aversión real que empieza sentir hacia mí –no sé cómo pude siquiera tocar con mis labios los tuyos –enarco una ceja divertida.
-oh ¿te refieres a mi coño o a mi boca?–me carcajeo ante su expresión atónita –dilo Gerard C-O-Ñ-O quizás así puedas darle un orgasmo a una mujer y no finja para complacerte –
-no acabas de decirlo –cruzo mis brazos y sonrió con maledicencia –vales tan poco, pero esto no ha acabado –sale de mi oficina sin dedicarme una segunda mirada y no me siento triunfante, no cabe duda que para mí fue un mal polvo, pero más que su culpa todo sucedió en mi mente.
Dejo caer mi cabeza sobre el escritorio, no era mi intención dañarlo de esa manera, era mi secreto pero no lo pude evitar, a veces me siento como un puerco espín que no permite que nadie se acerque a través de sus púas,  me consuelo pensando que no es la primera persona que lastimo con mis acciones y otra más no hará la diferencia; pero es mi jefe, me susurra mi conciencia y mi respuesta llega como por ensalmo.
-Anne ¿Qué haces? –la voz de Robert nunca sonó tan dulce.
-reflexionando acerca de la gran zorra que soy –le digo sonriendo y el me observa a través de sus rubias pestañas como si quisiese desentrañar el acertijo que es mi vida.
-vale, si has terminado con tus profundas reflexiones, te necesitamos en la oficina del jefe –me pongo en pie de inmediato, no soy de las que se autocompadecen de sí misma –esas es mi chica –sonríe y espera que salga para venir tras mí.
Al entrar en la oficina del señor Brosnan, Clare se encuentra allí en modelo de secretaria, Gerard como subdirector que para mí tranquilidad tiene su mirada fija en unos papeles, Robert como asesor de la cuenta Machine y por supuesto el señor Brosnan.
-tomen asiento por favor –indica el señor Brosnan a todos los presentes, haciendo lo mismo al instante –Anne, no tengo buenas noticias –su anuncio es como un baldado de agua fría para todos los presentes.
-¿a qué te refieres? –Dispara Gerard olvidando los papeles a los cuales no les había quitado la vista –la reunión del viernes prácticamente había sellado el trato –dice tan sorprendido como me siento yo, miro al señor Brosnan a la espera que aclare toda esta situación.
-han hecho una nueva objeción –su mirada se centra en mi –quieren que te acerques hoy a las oficinas de Machine pero esta vez, sola –
-solo están jugando con nosotros –por fin hallo mi voz –saben que nuestra propuesta es por lejos mejor –digo con más seguridad, empiezo a comprender su juego –iré, claro que iré a Machine –digo colocándome en pie no soportando el bolo de adrenalina que se dispara en mi sangre –pero no iré sola, Robert vendrá conmigo. De todas maneras él hace parte de este proyecto tanto como de importante es mi participación –
-ellos han sido enfáticos en que asistas sola –vuelve a recalcar el señor Brosnan.
-deje esto en mi manos jefe, se cómo lidiar con el señor Moses –
-¿estas segura? –interviene Robert y le doy un guiño por respuesta.
-debes recordar la envergadura de este proyecto –habla Gerard sin mirarme –no es como si puedas convencer a Moses con unas de tus sonrisitas –repone con acritud.
-Gerard –Robert advierte sin titubear pero la animosidad de Gerard no desaparece.
-señores, por favor. No es momento de que los ánimos se caldeen –habla el jefe y Gerard parece reconsiderar su actitud.
-jefe, creo que debemos ponernos en marcha, cuanto antes tengamos este contrato firmado, podremos concentrarnos en otras cuentas –digo indiferente a la pequeña gresca entre los dos hombres, me sorprende que Clare no intervenga.
-Clare, prepara el contrato para que Robert y Anne lo lleven con ellos y llama a Machine para avisarles que todo está listo –
-no les informe que asistiré acompañada –le digo mientras toma nota laboriosamente, ella mira al jefe esperando su aprobación, me contengo de gruñir solo por demostrar lo insultada que me siento ante su falta de respeto a mi autoridad.
-has como ha dicho Anne –dice el jefe, dando por terminada nuestra pequeña reunión.
Clare es la primera en salir y Robert y yo la seguimos de inmediato, Gerard tendrá sus asuntos con el señor Brosnan porque no abandona la oficina.
-¿Qué sucedió entre Gerard y tú el viernes? –me susurra Robert algo enojado.
-ahora no. Tenemos que hablar del contrato de Machine –le susurro, no es una conversación que quisiera que Clare escuchara.
Nos dirigimos por separado a nuestras oficinas, el ordenar nuestras pertenencias no nos lleva demasiado tiempo y en breve estamos los dos enfrente de Clare esperando por el contrato, en ese momento Gerard sale de la oficina del señor Brosnan.
-Clare, lleve una copia del contrato de machine a mi despacho –habla Gerard a su paso y el rubor de Clare no me pasa desapercibido, aquí algo se cocina.
No tengo tiempo de seguir evaluando la posible relación entre ambos, después de todo me es indiferente en que hueco meta Gerard su polla, ciertamente en mi coño nunca más. Rápidamente Clare nos entrega a Robert y a mi nuestra copia del contrato y se apresura a cumplir la orden de Gerard, suerte le deseo.
-¿ahora me explicaras las cosas? –me recrimina Robert cuando estamos fuera del edificio donde se encuentran las oficinas de Brosnan Enterprise.
-solo mantén la mirada en el tráfico –le digo para aligerar el ambiente –me acosté con Gerard el viernes, él esperaba que lo acosara hoy por la mañana y le exigiera que gritáramos nuestra relación a los cuatro viento –le digo en broma.
-¿Dónde quedo la política de no confraternización? –
-no te preocupes, no saltare sobre tus huesos –sigo bromeando, lo que diré a continuación es realmente importante y no sé cómo prepararlo –Machine firmara el contrato, me quieren hoy en sus instalaciones porque esperan convencerme de que pase a hacer parte de la platilla del personal de su empresa –y fácil como es decirlo, Robert da un volantazo provocándome que pierda uno o dos latidos del corazón.
-¿sigues bromeando? –
-por las experiencias sexuales de mi vida que no –me mira un instante como diciendo que no tomo nada en serio.
-imagino que dirás no –retoma la conducción y le doy una miradora conocedora de “¿Qué crees?”
-a menos que su oferta te incluya –reflexione bajo, no había pensado en ello ante pero si ellos me ofrecían garantías, Robert tendría que ser una de ellas.
-¿y dejar al señor Brosnan en la estocada? –
-realmente no entiendo cuál podría ser el interés de ellos en mi trabajo –
-bueno, estas a pocos paso de averiguarlo –me indica Robert cuando entramos a un estacionamiento.
El edificio donde está ubicado Machine urbanísticamente es uno de los rascacielos más llamativo de la ciudad a la vez que publicitado. Al ingresar a la recepción nos entregan unas credenciales y la realidad de las circunstancias empieza a abrumarme, caminamos en dirección a los ascensores cuando aparece tras sus puertas la piedra molesta en mis zapatos, Ethan Colleman.
Sobrecargado de porta planos sale del Ascensor, había olvidado que el chico dorado era arquitecto, sabe Dios lo que hará con esas manos y no me refiero a los planos que diseñara para su empleo. Imposible adivinar lo que estará sucediendo en su cabeza al vernos a Robert y a mi frente a él, pero puedo estar segura de mi propia reacción y no me siento para nada cómoda, ante Robert, Ethan es un desconocido para mí, e inmediatamente cuando nuestras miradas se cruzan hago una ligera negación con mi cabeza hacia él, en este punto ni él, ni yo, nos conocemos.
-Hans –
-Colleman –los miro a ambos de hito a hito, ¿es enserio?
-que sorpresa –Ethan intenta entablar conversación con Robert, pero es un fracaso desde el principio.
-mucho gusto, Annette Jones –extiendo mi mano hacia Ethan a quien tomo sorprendido –trabajo con Robert –sonrió en dirección a mi amigo y le advierto con la mirada que no es el momento de ser estúpidos con lo que sea que este jugando Ethan con su hermana.
-Ethan Colleman –y estrecha mi mano, soltándola al instante. Me abstengo de bufar, ni que fuera clamidia o alguna ETS.
-¿eres el novio de Aubrey, cierto? –pregunto con inocencia –Robert y yo tenemos una entrevista de trabajo en el doceavo piso –no aparto mi mirada de Ethan, mi mensaje es claro –puedes hablar con tu cuñado, querido –ahora mi atención está en Robert –creo que la reunión con el señor Moses puede esperar por ti –sonrió en dirección de Ethan –saluda a Aubrey de mi parte –un ascensor vuelve a abrirse y no pierdo la oportunidad de escabullirme.
Me posiciono en una esquina del elevador y apoyo mi espalda en la superficie metálica, respiro con tranquilidad, no me gustan las casualidades, no creo en el destino. El hecho de cruzarme con Ethan en los últimos días y en situaciones inesperadas me hacen sentir insegura, no por el hecho del hombre que él encarna, no sería el primero que como él me cruzo en mi camino, solo que no puedo evitar sentir un inexplicable temor por las consecuencias de lo que él y yo hicimos. Si bien Stella es harina de otro costal, Robert no me perdonaría lo que hice, su hermana es tan sagrada como lo es Stella en su vida y aunque no dudo de la sinceridad de nuestra amistad, él no podría perdonarme lo que en su momento le hice a su hermana. He perdido tanto en la vida que perder lo poco que tengo me deja desvalida.
El ascensor abre en las oficinas de Machine, esto es otro universo. Me registro en recepción y la secretaria me pide unos minutos mientras anuncia a presidencia. A continuación la escena que se desarrolla ante mis ojos es para no creer, la secretaria calla y se queda mirando detrás de mí e irremediablemente me siento atraída por ver que es lo que ha causado el mutismo de ella y por todo aquello que puede ser sagrado siento como mis propias fuerzas fallan.
Ante mi esta un hombre, se nota unos años mayor que yo, nos miramos fijamente, él con un conocimiento de causa sobre mí y yo solamente sorprendida. Somos casi de la misma estatura, no diciendo que él no sea alto porque soy una mujer que mide 1.77, así que solamente nos miramos a través de los mismos ojos violeta, él es rubio, pero yo soy castaña porque me tinturo el cabello pero pasando por alto el detalle, él y yo pasaríamos por hermanos gemelos.
-Annette –lo dice como una invocación –tanto tiempo –retrocedo unos pasos.
-Christopher –la voz serena pero llena de autoridad del señor Moses se convierte en un farol para mí, giro en dirección a él necesitando de algo seguro -¿Qué haces aquí? –la recriminación en su voz me provoca un sobresalto pero su mirada no es dura hacia… ¿Quién es él?
-¿nos conocemos? –interrogo, Robert maldita sea ¿Dónde estás? Suplico en mi mente.

-esto no tendría por qué haber sucedido de esta manera –niega el señor Moses –lo siento Annette,  por favor acompáñanos a mi oficina –dice con resignación y solo puedo mirar hacia atrás y ver una vida confusa y llena de velos.

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