-por favor, el señor Robert Hans ha venido conmigo –digo en medio de mi
conmoción –dígale que me espere –le informo a la secretaria antes de seguir al
señor Moses y al hombre que él ha llamado Christopher.
No entiendo que está sucediendo a mí alrededor, he vivido veintiocho años
de mi vida conociendo una única realidad. Elizabeth Jones me tuvo a los veinte
años de edad, madre soltera cuando aún no había terminado la universidad, que
se había sacrificado por darme un techo bajo el cual vivir, para que nunca me
faltase nada; mi madre podría ser cualquier cosa menos una mala madre; pero
estoy aquí teniendo un día de mierda, un par de hombres que inexplicablemente
guardan una relación conmigo, incluso peor, la sensación de ser parte de un
plan que no concibo no me abandona y una profunda desconfianza me embarga.
Entro a lo que parece ser el despacho del señor Moses, no podría ser menos,
la oficina del gran señor de la vanguardia de la tecnología en punta ¿había
iniciado como una empresa de juguetes para su único hijo?
-solo necesito que me diga ¿Quién es usted? –digo mirando fijamente al
señor Moses, quien se muestra nervioso y miro de soslayo a Christopher que
empieza a notar la severidad de la situación.
-Annette –intenta dar un paso hacia mí pero retrocedo y levanto las manos
indicándole que guarde sus distancias como lo había hecho hasta este momento.
-Elizabeth es vuestra madre –con esta simple afirmación mi mundo se
derrumba, cuanto tengo ¿diez años?
-¿cómo? –Susurro, apretó fuertemente mis manos en puños, siento nublarse mi
visión, necesito cuanto antes salir de este lugar –olvide que lo he preguntado,
no necesito saber nada –avanzo hacia la puerta cuando las palabras de
Christopher me bloquean.
-¿le preguntaras a ella? a quien no le importó separarnos –aquí tenemos a
un gran enemigo de mi madre ¿Quién lo pensaría? nunca creí poder escuchar tanto
veneno comparable con el que destilo a cada instante, pero veo que es algo…¿de
familia?
-¿a ella? –Giro en dirección a él -¿Por qué no? ¿Qué sabes de mi madre? Lo
siento, pero es una historia que tú y yo no conocemos, y mientras tú tuviste un
padre y una madre…yo solo la tuve a ella –miro al señor Moses que retira sus
ojos de mi –señor, usted tiene un hogar, una familia. Yo no pertenezco a su
vida, nunca lo he necesitado. Acabe el teatro que ha montado, no soy una
adquisición más de su empresa –
De chica solía tener ataques de ansiedad y siento suceder los mismos
síntomas, trato de normalizar mi respiración, relajo mi postura y avanzo poco
sin demostrar lo débil que me siento tras la noticia. Al estar fuera de la
oficina agradezco que no me hayan detenido, no hubiese podido soportar
permanecer erguida delante de ellos, Robert está sentado en la sala de recepción
y cuando me ve se levanta inmediatamente y viene a mi encuentro.
-¿estás bien? –Acaricio su mentón para poder distraerme y una tímida
sonrisa asoma a mis labios cuando Robert hace una mueca sin entender lo que
hago -¿Qué sucedió allí dentro? –insiste.
-v-ve allí con la documentación, ya
todo está dicho. Yo estoy bien, necesito hacer una diligencia –le tranquilizo
–regresaras sin mí a la oficina, luego justificare mi ausencia por el resto de
la jornada –
-no puedes irte sin mí. No estás bien –
-tu lleva ese contrato –le doy un pequeño empujón y camino hacia el
ascensor desoyendo sus protestas.
El elevador empieza a descender lentamente hacia la primera planta y deseo
que no se demore tanto, en mi estado no es aconsejable que este en un espacio
tan reducido. Las personas a mi alrededor no parecen notar en mí, miro las
palmas sudorosas de mis manos, cada vez se me hace más difícil respirar. Parte
de la pesada carga me abandona cuando llego a la primera planta, avanzo unos
pocos paso cuando todo se vuelve negro…
Todo sigue negro debido a mi temor subyacente a abrir los ojos, estoy
consciente, escucho voces junto a mí.
-ha fruncido el ceño –dice una voz de mujer.
-ya está volviendo –la voz se escucha muy cerca de mí y no puedo
reconocerla por la somnolencia que me embarga, solo puedo reconocerla como la
de un hombre.
-Annette –abro los ojos de inmediato mareándome en el intento –tranquila,
tranquila –intenta calmarme.
Estoy en una oficina y por los objetos, pertenece al trabajo de Ethan.
Tableros, mesas de dibujo; me encuentro recostada en un sofá. Precisamente
quien me auxiliase tenía que ser Ethan Colleman, ¿acaso es una broma?
-Sussi puedes regresar a tu mesa –le indica a la mujer que había hablado
anteriormente –Ben, gracias ya me encargo yo –el hombre que había hablado antes
parecer dudar un momento pero también sale tras la mujer.
-gracias por todo, pero ya estoy bien –cuando intento levantarme, la misma
sensación de debilidad que sentí al abrir los ojos me invade y Ethan me toma en
sus brazos.
-al parecer no –dice bajo y me pierdo en el momento –al parecer no –vuelve
a susurrar y cierro los ojos para evitar caer en la trampa de sus ojos –tienes
unos ojos precioso –me dice cuando abro los ojos sin mirarlo a él.
-bueno hoy descubrí una promoción de tres por el precio de uno –intento
relajarme, no me agrada que invade mi espacio personal, no como me siento en
estos momentos.
-¿Qué te sucedió? –esto es demasiado personal, decido cuando sus brazos no
me abandonan sino que por el contrario me mantienen fuertemente rodeada.
-y-ya p-puedo estar en pie sin ayuda –él duda si sostenerme o alejarme pero
no creo ser la única que empieza a sentir enrarecerse el ambiente.
-creí que estabas con Robert –intenta encauzar la conversación –me
sorprendió lo protector que es contigo –esto último no logro comprenderlo.
-¿a qué te refieres? Pero antes de seguir puedes darme un poco de agua –
-claro, lo siento. Por favor siéntate aún es pronto para que estés de pie –
-¿Qué sucedió con Robert cuando los deje? –
-solamente me advirtió, no; me amenazo que si miraba dos veces tus
atributos –estoy segura que no fueran esas sus palabras –me mataría y así no le
continuaba destruyendo la vida a las mujeres de su vida –
-es una suerte que no sepa que has hecho más que mirar mis atributos –su postura
cambio de relajada a estar alerta al instante, lo siento si es demasiado susceptible.
-lo siento –dice entregándome un vaso de agua helada y su declaración me
toma por sorpresa, no sé a qué se refiere –por lo del viernes en mi
departamento –aclara al notar mi confusión.
-ah, eso –
-no tenía derecho a decir lo que dije –
-olvídalo, guapo –tomo de un trago el vaso de agua, nunca había estado tan
sedienta; aunque últimamente parezca estar tomando las cosas de un trago y sin
pensarlo, ya estoy por creer que la vida en este punto se está tornando como un
trago de tequila.
-insisto –dejo el vaso en la mesa y froto mis sienes con energía.
-acordemos que eres un nuevo hombre, olvida esa parte, eso sonó como frase
de la nueva era –me levanto esta vez sin acusar debilidad y camino hacia él
–pero no necesito tu verborragia arrepentida. Creo que quien la necesita dista
mucho a parecerse a mí –y en sus ojos se manifiesta la tormenta de emociones de
aquel fin de semana –no soy nadie –me acerco aún más a él como atraía por un
imán –no significo nada –susurro a su oído y no me refiero al viernes por la
noche en su departamento y sus manos sostienen las mías como si previeran que
lo fuesen a tocar –solo vive sin mirar atrás –lo miro a sus ojos sin
amilanarme, necesito tanto ver a través de él que me pierdo en su oscuridad sin
prever en mi propio error.
-eres una bruja –susurra muy cerca de mis labios, contagiándome de una
necesidad inexplicable –no, una maldita hechicera –
Sus palabras murieron en el espacio de nuestros labios, nuestros alientos se
mezclaron como por ensalmo, no existían nuestros yo en aquel encuentro, no había
un hombre atormentado por la culpa de fallarle a quienes amaba o una mujer sin escrúpulos
sin temor a las consecuencias; solo simples mortales con la necesidad autónoma de
respirar el aire de otro y encontrar su propia esencia, que los liberara de sus
gigantes aunque solo fuesen por ese miserable instantes. Un beso de culpa y redención,
pero ¿Quién puede culpar al alma hambrienta? O ajusticiar a quien no conoce
otro camino más que el de la muerte o desolación. Pero no se pertenecían, un
beso no es una historia, un beso no es un final, no cuando la vida pasa sin
dejar huella en el alma del otro.
-siento interrumpir –dice alguien a nuestra espalda y despierto a mi
realidad, en el despacho de Ethan y con más cadáveres en mi closet para contar.
Hoy no es el día para seguir rompiendo records.
Me separo de Ethan y por la expresión de su rostro, nuevamente he jodido
sus planes, no me atrevo a mirar a la mujer que ha provocado tal reacción en
él; me dirijo a una mesa y lleno mis pulmones de todo el aire que pueda, no
creo que sea aconsejable después de una crisis de ansiedad estar practicando respiración
boca a boca.
-Beth –le escucho decir incomodo -¿Q-Qué haces aquí? –se aclara la garganta
y empiezo a contagiarme de su incomodidad.
-bueno, aunque no vea su cara sé que no es Aubrey –giro sobre mis talones y
encaro a la mujer y mi replica acaba en mis labios cuando creo reconocer cierto
parecido entre ambos, quizás sea su hermana.
-no, ella es Annette –continua Ethan por mí.
-¿alguna debilidad por las mujeres que su nombre comience por “a”? –bromea la
mujer y en mi defensa tengo que decir que su humor es contagioso.
-espero que no –contesto –yo ya me marchaba –añado de inmediato pero la expresión
de la mujer cambia instantáneamente.
-no lo creo –dice como si fuese mi madre –si estas lo suficientemente
comprometida con mi hermano para hacerle este tipo de visita a su trabajo, creo
que también serás capaz de hacerte cargo de las obligaciones familiares –miro a
Ethan sin comprender lo que sucede.
-¿Beth que sucede? –el hombre seguro de sí mismo y a cargo de la situación toma
partido y e irrevocablemente me siento atraída de todos su matices.
-yo creo que no me pertenece estar aquí –digo a la defensiva, intento tomar mi cartera pero
es imposible con una mujer como la hermana de Ethan.
-¡Sussi! –llama Beth y la chica que antes me acompañaba entra con un bebe,
con un serio caso de irritabilidad –pasa que tu hijo fue dejado en mi casa por
su madre y no puedo hacerme cargo de él porque Chase necesita que lo acompañe a
una cita médica –
¿Su Hijo? ¡Dios! Pero ¿Quién es Ethan Colleman? Él bebe parece a punto de
morir por un ataque de histeria, la pobre chica no sabe cómo sostenerlo, solo
quisiera volver a desmayarme. Ethan se torna enfermizamente pálido y una expresión
maliciosa atraviesa la cara de Beth.
-Sussi, entrégaselo a Annette -¿a quién? Grito en mi interior, La chica me
mira aterrada –mi sobrino sencillamente me odia –dice como explicación y acomoda
la correa de su bolso en su brazo y sale de la oficina como una exhalación y me
parece escucharle algo como que tengamos toda la suerte del mundo.
-pero que mierda –exclamo aterrada cuando la vida más minúscula que he
podido conocer es colocada en mis brazos.
-creo que al bebe no le gusta escuchar maldiciones –dice apenada la chica
cuando el niño ¡el niño! Irrumpe en un llanto ensordecedor si eso es aún
posible.
-¡no puedo cargar a un bebe! –digo cada vez más aterrada pero la chica me
mira con ojos de lastima y también sale como si no pudiese hacer nada más y
miro a Ethan que…
-solo cargarlo un instante –dice asustado –cálmalo, no sé. Haz eso que
saben hacer las mujeres - y se va a servir un vaso de un líquido ambarino como
toda ayuda prestada.
No acaba de decir eso, miro a la criatura y su rostro se contorsiona en una
horrible mueca, voy a quedar con hipoacusia, pero que pulmones los de esta
criatura.
-¿Cómo se llama? –
-Ethan –dice el papá aterrado.
-vale, Ethan –le susurro como lo he visto en la televisión pero la criatura
sencillamente llora más fuerte y estoy a punto de ponerme a llorar a la par de
él, ahora entiendo eso de que odia a cualquiera.
Coloco al pequeño Ethan en el sofá junto a su padre e intento quitarle las
mantas y la ropa, creo que eso lo hacen con los bebe, quizás este orinado o sucio
que se yo. Él bebe se opone a todos los movimientos que hago para desvestirlo, ¿Cómo
se supone que esto lo hacen las madres? O mejor dicho ¿Dónde está la madre de
esta criatura?
-¿Por qué no lo intentas tú? –le suplico a Ethan y él me mira como si fuera
una alienígena -¿Qué? es tu hijo –
-solo no puedo cargarlo –
-por favor –le digo al bebe –quizás no seré tan guapa como tu madre pero no
puedo ser tan fea –intento sonreírle y su llanto parece disminuir, solo espero
que no sea una alucinación de mi parte -¿sabes cómo me llama tu padre? –Sus ojitos
negros como los de Ethan brillan a punto de derramarse –dice que soy una bruja –su
labio tiembla y solo deseo que no vuelva a romper en ese llanto enloquecedor.
Poco a poco logro quitarle la ropa y gracias al cielo solo esta orinado,
miro si han dejado una pañalera y cuando mis ojos se cruzan con los de Ethan
solamente me mira como si tuviera la cura para la muerte.
-¿ha dejado de llorar? –
-solo estaba orinado –miro al bebe que hala uno de los mechones que se ha
escapado de mi moño –solo era eso amiguito ¿cierto? –Y la sonrisa desdentada
más bella que he visto se dibuja en sus pequeños labios –oh no, mira si no eres
igual de sinvergüenza que tu padre –le hago cosquillas en su blando estómago y
por primera vez en mi vida me he enamorado.
¿Pero qué estupidez estoy diciendo? Solo son todos los acontecimientos del
día que me están convirtiendo en una sensiblera.
-alcánzame la pañalera –le digo a Ethan demasiado fuerte –solo lo cambiare,
necesito marcharme –
-pero tú lo has calmado –
-imagínate que si lo hice yo, lo pudo haber hecho hasta una niña de cinco
años –empiezo a sentir una extraña hostilidad, no debo estar aquí, no debo
estar arrullando él bebe de otra mujer, no el hijo de Ethan.
-no puedo hacerme cargo de un bebe –
-eso debiste pensarlo cuando te follabas a su madre –él bebe empieza a
hacer unos adorables gorgorismos a mi pesar y le miro indefensa, este bebe es
una bomba de relojería.
-ni siquiera lo recuerdo –me dice Ethan tendiéndome unos pañales, nos
miramos por unos instantes, si, ella es una yo.
-por este bebe no estas con Aubrey –le digo antes de concentrar mi atención
en su hijo.
-¿Quién en su lugar perdonaría algo como esto? –
-¿acaso estabas con ella cuando concebiste a tu hijo?- le pregunto como si
no fuera obvio.
-pero un hijo que no sabía que existía
cambia todo cuando estas en una relación recién iniciada –
-¿me pregunto que ven hombres como tú en mujeres como ella? –es una
pregunta retórica, es una pregunta sin respuesta, solo el reo es consciente de
sus cadenas y solo yo conozco la profundidad de esa verdad.
Termino de cambiar los pañales del pequeño Ethan y sus ojos negros como el
cuervo me mantienen cautiva de su hechizo, solo puedo agradecer a la vida que
no sea una de las muchas mujeres como la madre de este bebe, que traen hijos al
mundo solo para causarles dolor.
-si eres inteligente, utilizaras a este bebe para traerle de regreso –le digo
colocándome en pie y con su bebe en mis brazos –Ethan mira lejos de mi sin
poder sostener mi mirada –tómalo en sus brazos, algunos ni siquiera sabemos lo
que es que un padre te sostenga en sus brazos y en cuanto a su madre, deberías empezar
a acostumbrarte, no creo que lo quiera más que tu –
Le entrego al pequeño Ethan sintiendo que algo vital es desprendido de mis
brazos y tanto como empiezo a sentirlo, salgo rápidamente. Cuando la realidad
te abrume, solo corre. Solos pies veloces llegan a casa, solo quien vence sus
propios fantasmas puede caminar sobre sus propios pasos sin temor a caer, lo
repito como un mantra, solo huir.
No miro hacia Ethan al salir, no pertenezco a ese recuadro. Después de
haber cargado a ese bebe en mis brazos siento mayor urgencia por hablar con mi
madre. Quizás el vínculo que sentí con ese bebe, es por mi propia situación, quizás
en el fondo aún sigo siendo esa niña que esperaba que su padre apareciera de la
nada y viviera para siempre con mi madre. Ilusiones que fueron pisoteadas en el
barro, esperanzas que había olvidado con los años. Odio sentir, odio
experimentar humanidad.
-no escucho llorar al bebe –la chica me saca de mis cavilaciones y sonrió
con cinismo en su dirección.
-no te preocupes, aún vive –ella solo ahoga un grito aterrorizada –quizás tu
jefe necesite de ti, te aseguro que él bebe no come –
Camino hacia la única persona que me conoce realmente, la única mujer que
tiene el poder para destruirme y rearmar mis pedazos sin robar mi verdadero yo. Mi madre.
-¿sucede algo? –es su contestación cuando responde a mi llamada.
-¿no puedo llamar a mi madre? –
-ya que hablamos todos los días y lo hacemos antes de que te vayas a tu
trabajo, sí, creo que sucede algo –
-¿Qué tal pasta? –digo insegura.
-Annie… -
-no demoro en llegar –finalizo la llamada sin darle tiempo a opinar algo
más.
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