Necesitaba echar un polvo y lo necesitaba cuanto antes, no es que fuera una
obsesa del sexo, aunque hubiese un sector de la población femenina que me
considerase promiscua, utilizando un lenguaje modesto. Un mes sin algo que se
le parezca me hacía sentir como si estuviese perdiendo un poco de mi toque
personal, era como si dejase de comer carne roja y empezase a sentir la
deficiencia de la vitamina B12, ¿comprenden el sentido del discurso? No es
saludable la abstinencia de carne de cualquier tipo en ninguna medida.
Cercana era la hora de las once de la noche, hora perfecta para salir de
cacería como suele gustarme a mi denominar las horas para lograr una buena
seducción con un partido medianamente decente, esta noche no arrastraría
conmigo a Stella, bien sabe Dios que a la pobre no le iban mis fiestas salvajes
y con eso de aquello que ha encontrado a su amor verdadero a saber lo que eso
significa, por mi parte estaba decidida a irme de juerga sola pero con mi
artillería pesada.
-¿saldrás esta noche? –Stella entro a mi habitación en el momento en que me
colocaba los pendientes, con la enorme camisa de Robert como pijama sus
intenciones eran más que claras.
-¿no es evidente? –La mire como si le hubiesen succionado el cerebro, ella soltó
una risita casi inaudible que ilumino sus rostro aniñado lo cual me hizo
caminar hacia ella y abrazarla –eres mi preferida –susurre a su oído.
Stella es todo lo opuesto a mí, somos dos partes de una mitad sin sentido,
hemos compartido piso desde que terminamos la universidad y de eso son casi
ocho años, aunque por los vientos de estos días dudo que sigamos compartiendo
departamento.
-¿siempre pasaras el día de mañana en el piso de Robert? –le pregunte para
recordarme que pronto no seriamos Stella y yo contra el mundo.
-sí, así que procura llegar temprano para saber que has llegado bien y que
no te has encontrado con algún sicópata –sí, Stella nunca dejaría de ser mamá
gallina.
-deja el drama mujer –le dije como despedida.
Camine por el largo pasillo que tenía por entrada la disco de moda en estos
día en la ciudad, a mi parecer en el momento de una estampida seria de lo más
absurdo este diseño arquitectónico, pero que podía saber yo de construcciones y
medidas de seguridad, cuando a mí me gustaba vivir en el filo de la navaja. Era
consciente que mi atuendo gritaba zorra en letras escarlatas, a veces no
entendía como tan poca tela puede costar tanto dinero, pero por favor si me
había tocado prescindir de ropa interior para poder lucir este modelito palabra
de honor, eso ya tendría que rebajarle algunos dólares pero no, entre menos
tela tenga, más cuesta, es la impronta de la moda al parecer.
Entre empujones, manoseos y pisotones pude hacerme a la barra, siempre he
considerado que el lugar perfecto para cazar a mi pez de la noche es la barra,
cuando fracaso tomo como plan B la pista de baile; dado el caso que apenas acababa
de llegar alcance una silla vacía y tome asiento de manera seductora, aún no
había visto a nadie pero seguramente ya algunos me habían visto entrar. Di la
espalda a la barra y cruce mis piernas hacia la pista, Sharon Stone3
lloraría junto a mí por la perfección del movimiento.
Con uno de mis brazos libres tome la longitud de mi cabello y lo pase
completamente a mí costado derecho para así en medio de un giro provocador
observar a los hombres que estaban en la barra tanto a mi derecha como
izquierda, pero mi plan calculado se frenó cuando abruptamente mis ojos se
concentraron en él. Detuve la vorágine de ideas y mire fijamente al hombre que
estaba a mi lado izquierdo, al diablo con lo trazado, no podían haber dos hombre
con el mismo cabello negro, un poco largo para la moda de estos días y aquel
perfil que dejaba sin palabras a la más inteligente, en mi opinión podía
describirlo como de facciones marcadas sin rayar en la tosquedad, solo
necesitaba que me mirase para ver si tenía los ojos tan azules como un cielo
tormentoso.
Por el estado en que se veía no se encontraba para nada bien, los hombros
encorvados como si soportase un peso abrumador y ambas manos sosteniendo una
copa como si fuese la solución a todos sus males. Recordé a Stella y a Robert comentadome
la situación difícil que estaba atravesando la dulce Aubrey, la pobre
chiquilla; Stella era consciente de que no pasaba de a mucho a su cuñadita con
sus aires de inocencia inmaculada pero aun así pude enterarme de gran parte de
sus desdichas amorosas y voila tenia junto a mi ¿a como lo había llamado
Robert? Ah sí, al hijo de puta que le había destrozado el corazón a su pequeña
Aubrey. Robert era junto a mi asesor comercial en Brosnan Enterprise, llevamos
cerca de tres años trabajando codo a codo en el sector comercial de la empresa
y por extraño que a muchas les parezca y aunque se diga lo contrario, Robert es
mi único amigo del género masculino; pero, mi afecto no se extiende a su
querida hermana aunque ella con su aurea angelical no note mi aversión a sus
modos.
Casualmente he coincidido en muchas salidas con Aubrey pero desde que
estaba con Ethan, el mismo hombre que parece ser esta junto a mi esta noche, su
vida social se había reducido a nada que no fuese él; allí empezaron las quejas
de Robert, sobre como de dominante era, la forma irracional en que se manejaba
respecto a los amigos de Aubrey, entre otras cosas. Nunca me gustaba decirle
nada a Robert pero vaya sino hablaba de todas mis conclusiones con Stella, soy
de las que comparten la idea de que existen dos tipos de hombres, los alfa y
los beta y con sinceras disculpas mi dulce Robert pertenece a ese segundo grupo
y por mucho que lo intentase no entendería la manera de ser de todos aquellos
que hacer parte del primer grupo.
Liberándome de aquellas conclusiones empecé a sentir esa familiar alarma en
mi cabeza, oh sí; habían problemas y yo quería hacer parte de ellos, nunca tuve
la oportunidad de conocer a Ethan, pero si gracias a Stella lo había reconocido
por fotografías escasas que se habían tomado en una salida familiar, fotos que
hablaban de su personalidad avasallante y aunque Robert no creyese pero a
distancia se veía que este hombre soplaba los vientos por la tonta de Aubrey.
Sin dilaciones me acerque a su taburete y con osadía coloque mi mano a mitad de
su muslo, el juego acababa de comenzar.
-¿me invitas a una copa? –susurre a su oído, haciéndome escuchar por encima
del ruido reinante.
Su cuerpo no mostro el más leve reconocimiento a la invasión de su espacio
personal, no giro siquiera el rostro y mantuvo la mirada fija en su copa, podía
sentir como los engranajes de su cabeza giraban, empecé a imaginar lo que podía
estar pasando por su cabeza en estos momentos, él pobre Romeo languideciendo de
amor por Aubrey, la molestia de que una mujer a la azar interrumpa su noche de
conmiseración y pena, en fin tantos escenarios posibles pueden estar pasando en
estos momentos ante su cabeza quizás un poco embriagada pero que sin duda
llegara a la misma conclusión, por mucho que su relación este yendo al traste
ni siquiera una mujer que resulta atractiva y decidida para cualquiera no puede
provocarle ese mismo placer que el solo roce de Aubrey con su inocencia
provocaría.
-creo que te has equivocado, no soy tu hombre –contesto a través de un
gruñido que me resulto claro aún a través de la música.
-eso no podrías probarlo sino lo intentamos –volví a susurrar a su oído y
moví mi mano un poco más cerca de su entrepierna.
Sin prever su próximo movimiento me quede estupefacta cuando giro su rostro
cual apuesto era hacia a mí y por unos segundo estúpidos mi mente maldijo mi
sobrevalorada confianza en mí misma que no me podría haber preparado para
asimilar tantas emociones en ebullición que se traslucían a través de sus ojos.
En esos instantes sentí miedo, un terror que no concebía se apodero
momentáneamente de mis sentidos, algo me
decía que tenía que huir tan rápido como pudiese pero cuando el volvió a hablar
olvide el instinto autopreservación y me lance al vacío sin garantía alguna.
-¿un trago? –preguntó y una extraña sonrisa curvo sus labios.
Era como si en estos momentos él y yo escenificásemos la misma historia del
gato con botas4 cuando se enfrenta al hechicero del castillo, sentía
como cuando el gato le dijo al mago que no sería capaz de convertirse en algo
pequeño y el mago tontamente se convirtió en un ratón, ciertamente en el
presente yo estaba haciendo el papel del ingenuo hechicero.
-un trago y un baile –era como si sus ojos me hubiesen hechizado y aunque
me creyese que yo estaba llevando la delantera en el juego, era él cual gato
ladino estaba preparando a su presa para comérsela de un bocado, puestos ya no
me opondría a ser el bocado de la noche.
-no lo creo guapa –y una de sus manos grandes y fuerte sostuvo mi mano sobre su muslo impidiéndome seguir
deslizándola a mi antojo.
-¿Qué podrías perder? –parecía un ruego desesperado, el me dejaría ir y yo
no podría ganar.
-¿qué quieres tomar? –y su pregunta me silencio.
Ambos éramos adultos y sabíamos a lo que estábamos jugando, aunque la
adrenalina de la seducción invadían mis venas, en lo profundo sabía que él no
iría por mi esta noche, Aubrey era la dueña de sus pensamientos, de tal manera
que cuando hizo su pregunta me descoloco. Empecé a pensar a la velocidad de los
acontecimientos, sin duda era el Ethan de Aubrey, solo no entendía porque me
estaba siguiendo el juego y quizás pronto lo averiguara ya que el volvió a
preguntar cuando al parecer por tratar de entender sus palabras me había vuelto
a quedar en silencio.
-¿ahora es mucho para ti? –su agarre firme se intensifico en mi muñeca, su
pregunta escondía una violencia que me produjo un repentino escalofrió y las
alarmas volvieron a encenderse en mi cabeza, este hombre sabia jugar más que
yo, él solo deja desolación a su paso fueron mis pensamientos, pero ¿acaso yo
no hacía lo mismo?
-olvídalo –le provoque –pagas mi copa y lo hare donde quieras –lo tente, no
podía dejar que la pelota quedara en su tejado o perdería mi oportunidad.
-¿sin nombres? ¿Sin un me llamaras? –negocio como si hubiese picado en mi anzuelo.
-era mi oferta inicial –recorrí con mi mano libre el contorno de sus labios
–pero puedo apostar mi trasero y seguramente no estarás ni medianamente
excitado –sus cejas se elevaron como si lo hubiese tomado por sorpresa –así que
mejor será que lo olvidemos, ¿tengo derecho aun a mi copa? –una renuente
sonrisa volvió a curvar sus labios.
-veo que sabes jugar –me encontré mordiéndome el labio inferior cuando su
mano condujo mi mano a su entrepierna y ¡señor! Este nombre tenia a reventar su
cremallera.
-¿Por qué creo que me estas tomando el pelo? –aun no podía creer que esto
estuviera sucediendo, sino fuera porque podía sentir en mi mano la erección de
campeonato de este hombre creería que me estaba jugando una broma, por un
momento quise poder enfrentarlo con Aubrey y ver que podía contestar pero
quizás lo retorcido de esta situación era lo que había provocado excitación en
él y yo tampoco quería jugar ahora a la señorita moral cuando estaba a solo un
paso de conseguir mi boleto de la noche.
-no he sido yo quien me ha provocado – al parecer noto alguna vacilación en
mí, sus palabras podrían significar cualquier cosa, no sabía si hablábamos de
su erección o del momento en el que me le insinué.
Sin preverlo él se levantó de su taburete y sin soltar mi mano me condujo
junto a él, por un momento pensé que nos conducíamos a la salida, pero mayor
fue mi sorpresa cuando se adentró en un cuarto minúsculo y como si lo conociese
de antaño encendió una bombilla.
-¿Qué es este lugar? –
-quítate el vestido –fue su orden.
Sonreí con una seguridad que no estaba convencida de poseer, cuando estoy
con los hombres soy la que marco el ritmo pero él estaba desplegando unas
cartas que mi juego no podía contraatacar. Sin esperar que me lo ordenara dos
veces saque el vestido por la cabeza y me deleite con la transformación que
sufrió su expresión cuando me vio desnuda, puede que él llevara el ritmo pero
era yo la que llevaba este cuerpo y bien sabe Dios que si hay algo que me hace
sentir segura es mi figura, la sensualidad innata de mis curvas, puedes
quitármelo todo menos la conciencia de que lo años aun hacen de mi cuerpo un
atractivo ineludible para los hombres.
-vaya, vaya. Así que tenemos aquí a una chica muy mala –
-¿lo crees? –Introduje el índice de mi mano derecha en mi boca y luego lo
saque para dibujar un círculo alrededor de mi pezón derecho –vamos, muéstrame
que es lo que tienes –
Se dejó caer en la pared detrás de él y con lentitud fue desabrochando uno
a uno los botones de su camisa, estaba a punto de tener sexo con el ex de
Aubrey y no podía creer tan buena suerte. No se despojó de la camisa, solo la
dejo abierta para que dejara entre ver su torso y quise arrebujarme como un
pequeño gatito sobre él y ronronear de placer, que suerte tienen algunas mujeres y no son capaces de conservar un
hombre como este que bien podría ser un regalo de los dioses. Tonta, sí; Aubrey
se había ganado mi animadversión para toda la vida.
-toma el vestido colócalo aquí –dijo apuntado junto a sus piernas –quiero
que me enseñes que tan hábil es esa boca atrevida –nuevamente sentí temblar mi
interior ante su tono, con el no puedes jugar, susurro esa parte de mí que
estaba empezando a cabrearme.
Debí tomar mi vestido y largarme de aquí cuando aún tenía oportunidad pero
me mantuve en mi falsa confianza y me vi colocando el vestido como el me lo
había pedido y me arrodille a sus piernas. Respire profundo cuando el temblor
quiso tomar mis manos y con rapidez solté sus pantalones. Su pene desnudo
apunto hacia a mí. Quise decirle que le conocía o más bien que conocía a su
dulce niña, quise decirle que dejáramos las cosas así porque bien conocía a los
hombres como él, cuando siguiéramos nuestros caminos, el odiaría su debilidad,
la odiaría a ella por dejarlo vulnerable, pero nuevamente volví a decirme que
yo no era ninguna madre Teresa y que él, herido o no por lo que sea que haya
pasado con Aubrey, ambos en este cuartucho llenos de cables y otras cosas más
que no logro distinguir sabíamos lo que hacíamos.
-veo que no gastamos tiempo en ropa interior –dije para acallar las voces
en mi cabeza.
-pierdes demasiado tiempo en hablar –y sin previo aviso tomo mi cabello en
un puño y acerco mi rostro a su erección.
Fue en ese instante en que deje de pensar, sostuve mis manos en sus fuertes
muslos y me entregue a la tarea mecánica de succionar, lamer, succionar. Eleve
mi rostro hacia él y el simple hecho de ver su rostro transportado de placer
empecé a notar la humedad formante entre mis muslos, me entregue por completo a
darle la mejor mamada de su vida; existe una ciencia sabia en el placer del
sexo, persona indicada placer garantizado. No me importo en esos instantes si
sus pensamiento eran para ella, era mi boca quien contenía su polla, era yo
quien le daba placer, sin importar si siquiera si el día de mañana él recordará
mi rostro, aquí yo era quien recibías sus envestidas y escuchaba con éxtasis
sus gruñidos. Su mano libre dio dos ligeros toques en mi cabeza avisándome de
que estaba a punto de correrse. Sabía que esto era un polvo rápido, dudaba
mucho que él me quisiera devolver el favor de la misma manera, así que
sabiamente saque su erección de mi boca.
Pasó su mano por la frente perlada de sudor y apretó los ojos en un intento
de serenarse.
-ponte sobre tus manos –me indico con la respiración entrecortada, espere
el momento indicado después de verle colocarse un preservativo, para ser un
hombre de una mujer se notaba que había venido preparado para tirarse a
cualquiera esta noche.
Quisiera poder decir que cuando me puse en cuatro, de cara a la puerta y el
culo en pompa hacia él, él también se dedicó a lamerme el coño expuesto en esta
posición o que con menos suerte me preparo con sus dedos pero no, gracias a la
posición no le veía solo podía sentir y adivinar sus movimientos y mis sentidos
solo fueron conscientes de él arrodillándose detrás de mí, agarrando con
demasiada fuerza las caderas provocándome una ligera mueca ante la violencia de
su agarre y con la misma brutalidad me envistió dejándome sin aliento por unos
segundos y aun con tanto tiempo en esto del sexo ni se me habría pasado por la
cabeza que soy de esas mujeres que la violencia las excitas, porque esto sí
podría decirlo con certeza, me encontraba húmeda y resbaladiza como si me
hubiesen hecho el mejor cunnilingus de mi vida y hubiese tenido múltiples orgasmos
antes de que me penetrara. No era sobredimensionar la situación pero era como
sentir su pene alcanzando todos los lugares de mi vagina, su cuerpo chocando
con el mío, el sudor que cubría mi cuerpo, la sensación de envolver su polla y
los gruñidos de éxtasis que esto le provocaba, sin tocar un solo instante mi
clítoris me provoco un orgasmo vaginal tan renuente a veces entre nosotras las
mujeres y unas lágrimas inexplicables rodaron por mis mejillas, gracias al
maquillaje a prueba de agua, fue mi oración. La sensación eran casi perfecta,
no quería que mis paredes vaginales dejaran de sufrir estos espasmos, no quería
dejar de ordeñar su polla, quería que este momento fuera eterno pero solo fue
ideal hasta que el propio orgasmo de él exploto.
-Aubrey –le escuche susurrar y una ira ciega nublo mi mente.
Me moví hacia adelante indicándole que saliera de mí, lo cual hizo al
instante sin dudar, como si ahora mi vagina le diera asco, por un momento me vi
tentada de decirle que por quien debería sentir asco seria por él, pero
canalice la rabia hacia mí, bien sabía lo que ocurriría y no entendía porque me
habría de haber molestado que aun él en un estado de obnubilación hubiese
evocado a la dueña de sus pensamiento, quizás por orgullo propio me consolé.
Cuando me levante, él que antes me miraba con tanto por decir había recubierto
su cara de una máscara inexpugnable, ambos sabíamos que teníamos que fingir que
él no dijo ese nombre y que yo jamás lo escuche.
-¿te acerco a algún lado? –preguntó mientras se abrochaba la camisa sin
mirar hacia mí.
-no, gracias. Creo que aún tengo algo de tiempo para conseguir que alguien
al fin me pague una copa –dije sin perder el tono arrebolado de quien se ha
sentido bien follada, con presteza me coloque el vestido y salí sin decir una
palabra más, todo se había dicho o eso pensé en esos momentos.
En realidad nunca volví a la barra y con prontitud me deslice entre los
cuerpos de la disco y salí al fin al aire del exterior, nunca mire hacia atrás
y detuve al primer taxi que paso junto a mí, tendría que despertar a Stella
para que me alcanzase mi cartera para pagar la carrera porque con estas fachas
no existe un lugar donde guardar el dinero.
Para cuando me había desecho del vaho que el sexo deja en el cuerpo y me
había desmaquillado, Stella se coló en mi habitación y se tendió junto a mí a
la espera de que le contara la aventura de la noche, por un momento quise
decirle que no hubo suerte pero un impulso malévolo me llevo a vomitar toda la
verdad.
-¿Qué tu haz hecho que? –gracias a Dios que por mucho que Stella se exalte
su voz no sube ni un decibel de su voz normal, sino no tendría tímpanos si nos
basábamos en la cara de terror que tenía.
-no sé qué te sorprende –jugué a la sueca cuando me di cuenta que esta vez
Stella no estaría de mi parte –igual él es un hombre grandecito que sabía lo
que hacía –me defendí cuando empecé a sentirme atacada por palabras no dichas
de Stella.
-¿Dónde queda tu sentido de lealtad? –susurró con lágrimas en los ojos y la
misma rabia que me había inundado en ese cuartucho cuando él pronuncio el
nombre de Aubrey volvió a mí.
-pues si durante todos estos años no te has dado cuenta, ¡mi lealtad solo
está contigo y con Robert cuando no te afecta a ti! –afirme con demasiada
convicción, Wao pero ¿qué me estaba poseyendo esta noche?
-Pero Aubrey es hermana de Robert –dijo como si yo no supiese que las manos
tienen cinco dedos y que las niñas tienen coño y los niños polla.
-¡y una mierda si me importa! –la beligerancia en la habitación era casi
palpable y lo último quería era tener que pelearme con mi mejor amiga por la
mosquita muerta de su cuñada.
-no sé cómo todo este tiempo he podido ser tu amiga –dijo como si no me conociera
y sus palabras me hirieron de una manera que no sabía que podían hacerlo.
-creeré que solo lo dices porque estas enojada porque así como lo has dicho
tú, puede mucho la polla de Robert mantenerte entretenida pero antes de él
éramos solo tú y yo, no lo olvides –me levante no esperando su reacción y me
pare junto a la puerta indicándole que por hoy las cosas debían quedar como estaban.
1.
actriz estadounidense que interpreta
el cruce de piernas más famoso de la industria hollywoodense en la película
instinto básico.
2.
cuento de
los hermanos Grimm.
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