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Capitulo 3 - Una Chica Muy Mala

-¿el jefazo pasara por ti? –la pregunta de Stella me tomo por sorpresa, había un gran elefante rosa en la habitación, con el pasar de los días acepte que me había equivocado pero jamás se lo confesaría a ella, por mi parte me mantenía en mi trece.
Las cosas no estaban bien entre nosotras, aquella confidencia que existía entre las dos se había fracturado. Ni siquiera le conté como llegue a invitar a Gerard a la cena con el señor Moses, no podía volver a mencionar a Ethan o perdería a la única persona después de mi madre que verdaderamente me importaba. Una conversación disfrazada, comentarios a medias sin una completa verdad.
-no, esto no es una cita. Él llegara al restaurante a la hora acordada –le respondí cuando decidía si pintaba mis labios de un rosa coral o un palo de rosa.
-Annie, necesito contarte algo –se sentó en mi cama y el tono empleado no presagiaba nada bueno.
-Stella por favor –le advertí - vale que la hice grande aquel fin de semana, pero olvidemos ese asunto –le dije porque empezaba a presentir de que se trataba todo esto y bueno, ¿esto contaba también como una excusa, no?
-Robert me comento hace un momento mientras hablábamos por teléfono que Ethan y Aubrey saldrán esta noche a cenar –
-¿y a mí eso me importa por? –pregunte con indiferencia, creí que la estúpida aquella aun le daría más largas a Ethan, pero veo que me equivoque.
-solo quiero protegerte –susurro  con la voz quebrada, esta era mi incondicional Stella, me levante del tocador al instante para abrazarla.
-¿de qué quieres protegerme? –La consolé como a una niña pequeña –esa fue una noche loca, a la azar ¿Cómo podrían nuestros caminos volver a cruzarse? En caso tal ¿desde cuándo me interesaría volver a repetir con él? De las dos la que le van las relaciones es a ti, no me va eso de ir persiguiendo a los hombres –bromee.
-¿quizás para mortificarle la vida a Aubrey? –pregunto recelosa.
-¡ni que fuera importante la mosquita muerta esa!  –mantuve mi tono bromista.
-¿lo ves? –
-no me pidas que finja que me agrada –le recrimine –no quiero hablar de ella, oh por Dios ¿Qué labial utilizo? –me levante de la cama como un resorte y le enseñe los tonos para que me ayudase.
Una batalla menos había librado con Stella, ella entendió la indirecta y se puso manos a la obra, para cuando llego la hora de la cena me encontraba igual de ansiosa como aquella mañana antes de la reunión. El hecho de que mi mente solo pensase en como seria cenar con el señor Moses, ¿Qué impresión se llevaría su esposa de mí? O que la decisión final de darnos la cuenta aún no la hayan tomado y esta cena signifique más de lo que pensamos en la empresa me hace reconciliarme conmigo misma porque eso quiere decir que Ethan en realidad fue un rollo de una noche sin importancia, que por mucho que Aubrey me fastidie lo que pase con su vida me tiene sin importancia, en mi vida tengo otras prioridades y precisamente su vida amorosa no cabe entre ellas. Pero muy allá en el fondo no pude evitar sentir un poco de envidia, una estúpida como ella no merece a un hombre como él, bueno puestos así, yo menos.
Para cuando llegue al restaurante Gerard me esperaba, se veía absolutamente apuesto con su traje de etiqueta y la mirada que me dedico levanto unos poco grados mi autoestima, últimamente parecía esa tu función y también lo cual me molesto, no necesitaba de un hombre para valorarme, ni la opinión de los demás para conocer mi propio valor. No necesitaba de la admiración de nadie para reconocer lo atractiva que me veía con este modelo sobrio pero seductor, entre lo formal y lo estilizado; pero mi mente mezquina también pensó que en algún punto de la ciudad Ethan y Aubrey también se estarían reuniéndose para cenar, quizás en un sitio neutral para no correr demasiado rápido, podía imaginar a Aubrey vistiendo algo informal, sin ningún atractivo y como un suicidio para la moda, pero a Ethan seguramente le parecerá lo más hermoso que habrán visto sus ojos porque de seguro su dulce y encantadora mujercita aun desnuda afearía a cualquier modelo de chanel. Me reprendí por los derroteros de mi imaginación, no podía permitir distraerme, frente a mi tenía un hombre que no estaba compartiendo sus pensamientos con nadie más esta noche y allí dentro estaba mi seguro de vida.
-no he conocido una mujer más hermosa que tu –pronuncio Gerard cuando estuve a un paso de él.
-adulador –sonreí coqueta.
-la modestia no es una de tus virtudes –señalo antes de tomar mi mano entre las suyas y dejar un ligero beso en el dorso. Me seducían sus aires de señor, pero ambos sabíamos que todo era un medio para un fin y se lo hice saber.
-otros con menos, igual me han tenido en su cama –su sonrisa de tiburón se dibujó en sus labios.
-¿significa que lo he conseguido al fin? –
-significa que si seguimos jugando al tonto haremos esperar al señor Moses y a su esposa –dije como finalización de nuestro coqueteo.
Al llegar a nuestro reservado como lo imaginaba ya se encontraba el señor Moses y su esposa, al instante en que su atención estuvo en Gerard y en mí, él se colocó de pie y por unos breves instantes quede cautivada con sus ojos, nunca había visto unos ojos violeta como los míos en un hombre y en una mujer era de por si una extravagancia, muchas personas aludían el parecido intenso entre mi madre y yo pero a diferencia de mí, mi madre tenía los ojos claros como la miel.
-impresionante –la palabra susurrada por la señora Moses me arranco de mi ostracismo, creo haberme ruborizado pero en mi defensa no era la única en la mesa que había caído en el embrujo de la escena.
-lo siento –me disculpe prontamente –es la primera vez que… -no pude terminar la frase porque el señor Moses al que nunca había visto en persona, me estrecho aún más fuerte la mano invadiéndome de una sensación cálida y cómoda sonriendo con ¿familiaridad?
-usted era la indicada –dijo crípticamente y a continuación se hicieron las presentaciones, dejándome fuera de base por un tiempo más.
El matrimonio Moses resulto ser un verdadero encanto, eran una pareja que llevaban años de casados. La esposa del señor Moses, Amelia era una señora baja y regordeta con el cabello a la altura de los hombres, de sonrisa fácil pero de una mirada aplomada. La cena paso sin contratiempos y para el final me sentía como el gato que se ha comido un ratón.
-usted tenía razón, señorita Jones. La campaña que nos presentaron posee personalidad –había dicho al final Edward Moses.
-solo resaltamos las características del producto –dije con una falsa modestia ensayada.
-oh cariño, podrías acompañarme al tocador –me pidió la señora Amelia –y entre tanto no pierdan el tiempo hablando de números –dijo sonriéndole con afabilidad a Gerard.
Amelia me tomo del brazo como si fuese una costumbre entre nosotras de tiempo, no había duda que era una mujer sin prejuicios o normas de etiqueta. En el camino empezó a comentarme que industrias Moses era una empresa familiar que inicio con una gama de juguetes, todos inspirados en su único hijo.
-pero ahora nos hemos diversificado –soltó una risita culpable cuando entrabamos al servicio de señoras del restaurante.
-oh, yo lo llamaría más que diversificar –fue mi contestación.
-Annette –tomo mi mano mirando directamente a mis ojos –tenía intención de conocerte esta noche porque había revisado tu curriculum con anterioridad, te queremos en industrias Moses. Solo que no esperaba que vinieras con el subdirector general de Brosnan Enterprise ¿son parejas ustedes? –soltó mi mano y empezó a esponjarse el cabello frente al espejo como si no hubiese soltado una bomba ante mis pies.
-n-no –sus ojos me sonrieron a través del espejo –un momento, pero creo que no he entendido nada –
-todo era un teatro esta noche, claro que necesitamos de ustedes para la campaña. Bueno, a ti y lo has conseguido como esperábamos –
-pero yo no puedo abandonar mi puesto –
-lo harás si te damos las garantías –
-no puedo –
-el lunes diremos que necesitamos de tu presencia en nuestras oficinas y hablaremos con mayor claridad –fue su sentencia dando por terminada su pantomima frente al espejo.
Salimos del servicio una al lado de la otra, Amelia triunfante ante mi mutismo y en lo personal solo quería una copa ¿abandonar Brosnan Enterprise? Allí tenía a Robert, tenía mi propia oficina y este contrato me resultaría en beneficios incalculables entre los directivos, el lunes mi respuesta seria la misma. NO.
-ustedes se han demorado el resto de cena –bromeo el señor Edward y compartió una mirada conocedora con su esposa. Me sentía parte de un plan que escapaba de mis propias manos.
-espero que antes podamos compartir una última copa –pidió Amelia y le agradecí interiormente por la idea.
-¿sucede algo? –susurro Gerard a mi oído mientras el señor Edward llamaba a un camarero, me vi en la tarea de sonreírle, él menos que nadie podía saber que me habían citado para ofrecerme un nuevo puesto de trabajo.
Cuando las copas fueron traídas, tome la mía sin esperar invitación y la vacié de un golpe.
-vaya, alguien aquí tenia sed –bromeo Gerard sellando la noche.
Gerard y yo nos despedimos del matrimonio Moses en el aparcamiento del restaurante, el contrato finalizado y con perspectivas de arreglos en el transcurso de la semana. Gerard en la más completa ignorancia, el mundo empresarial se planteaba ante mí como un ardid de intereses. Mi lealtad era mi carta de presentación y ella estaba con los que apreciaba, ya vendrían el momento de pensar en la vorágine de los acontecimientos.
-¿y bien? ¿Quieres que te lleve a casa? –dijo Gerard cuando nos quedamos solos mientras giraba en sus manos las llaves de su coche.
Por un momento considere su oferta, lo mire evaluando la expresión de su rostro. Ambos sabíamos la implicación de sus preguntas.
-¿Por qué quieres complicar las cosas? –pregunte en respuesta.
-¿Por qué me escogiste a mí para venir esta noche? –me enfrentó.
-hacías parte de la cuenta –
-tu amiguísimo Robert también –
-mi AMIGO –le recalque.
-ven a mi departamento a una copa y después si quieres yo mismo te llevare de regreso sana y salva a tu casa –oferto.
-una copa y no estoy obligada a nada más –
Gerard sonrió en victoria y me ofreció su mano para guiarme hasta su coche. La oferta era una inocente copa, si mantenía mi opinión de no involucrarnos tenía la seguridad que él no intentaría algo en mi contra, estaba convencida que Gerard no era ese tipo de hombres de lo contrario no era una mujer desvalida y de los dos él tenía que perder mucho más que yo. Entramos por un parqueadero subterráneo y aparcamos en una plaza privada.
-bonito lugar –me miro desde su posición y una sonrisa ladeada curvo sus labios.
-este solo es el aparcamiento –
-vaya, no me había dado cuenta –bromee mientras esperaba que accionara el seguro del auto para poder salir – ¿ahora escribirás algún código? –le pregunte frente al ascensor.
-quisiera sorprenderte pero no, no vivo en el penthouse del edificio –
-una verdadera lástima –le sonreí dentro del ascensor.
Al entrar en su departamento me las arregle para no mostrar mi asombro, este no era un apartamento de soltero cualquiera, era EL apartamento de soltero.
-no quisiera conocer el penthouse –intente continuar bromeando cuando la elegancia del lugar jugaba a sobrepasarme.
-tampoco es gran cosa –dijo mientras colgaba nuestros abrigos sobre una percha tras la puerta –toma asiento mientras nos sirvo –
Me senté en un sofá junto a la gran ventana que daba una iluminación incorpórea a la instancia, observaba a Gerard servir nuestras copas, no sería mala idea perder la cabeza por una noche aunque ¿Cuándo me había caracterizado por ser sensata? Desde otra perspectiva debería echar un polvo con este hombre para reemplazar a Ethan en mis últimos recuerdos sexuales, él sí que fue una mala decisión por todo lo que ha conllevado.
-¿blanco? –dijo ofreciéndome una copa y sentándose junto a mí, muy junto a mí.
-¿esta es la parte donde digo una línea de coqueteo? –
-un poco de romanticismo no estaría mal –dijo tomando un sorbo de su copa e inclinándose sobre mí.
-alguien me dijo una vez que hablaba demasiado –fue toda mi respuesta, deje la copa en el suelo y pegue mis labios a los suyos.
Lo sorprendí sin lugar a dudas tomando la iniciativa, en su favor tengo que decir que supo recomponerse, en un punto abandono también su copa y con sus manos libres me coloco a lo largo del sofá.
-creí que solo sería una copa –se burló desde su altura.
-en eso estábamos –dije deslizando mis bragas fuera de mí, enseñándole una panorámica preferencial de mi límpido coño.
-mis fantasías no te hacían justicia –dijo francamente descolocado.
Subí hasta arriba el vestido, no había duda de lo que quería. Esta era mi noche, él me había perseguido sin tregua, era el momento de que demostrara que tenía para ofrecer. Se instaló entre mis muslos haciéndome sentir su excitación y su boca toco con tiento la mía, no quería delicadeza, quería sentir toda su pasión, así que frote convulsamente nuestros cuerpos y saquee su boca con alevosía, sus manos sujetaron mis muslos cuando lo note empezar a perder el control.
-vamos a mi habitación –dijo con la respiración entrecortada.
-aquí hay suficiente espacio –me le insinué.
-créeme allá tendremos más –insistió.
Desesperada por tener mi final feliz me desprendí del vestido en la sala junto con el sostén, no quería ir a su habitación, no estábamos lo suficientemente ebrios como para ignorar la intimidad que nos podría ofrecer su recamara.
-venga desnúdate, yo también quiero verte –lo inste.
-¿Cuál es la prisa? La habitación está a unos pasos –no estaba convencido con mi propuesta.
Me acerque a su cuerpo en tensión, él estaba en esto incluso más que yo podía sentirlo y por un momento desconfié, pero después de todo ¿acaso no son los hombres los que te follan y te dejan después? Con presteza saque su camisa y bese cada musculo bien desarrollado, succione sus pezones haciéndole sisear. Ágilmente lo libere de sus pantalones y disfrute de la vista.
-si no quieres ir a la habitación tiéndete otra vez en el sofá –dijo entre besos y lamidas, me sentía como en un precipicio, estaba en el borde pero no caía y eso me estaba poniendo de mal humor.
Decidí serenar un poco mi cabeza, quizás el problema era que estábamos luchando por hacernos al control de la situación, así que me tendí nuevamente en el sofá y dejarle hacer lo que su instinto le ordenaba. Sus besos empezaron a ser insistente, la dureza de su masculinidad estaba en sus movimientos, descendió a mis pechos y los devoro como quien ha salido de un largo periodo de ayuno. Nuevamente esa sensación de vacío, estar en el borde pero no caer.
-¿me lamerías el coño? –me escuche pedirle. Tenía que salvar mi noche, no podía irme sin un orgasmo.
-tranquila saltamontes –fue por toda su respuesta. Quería llorar como una niña pequeña enfurruñada ¿Qué estaba mal conmigo?
Gerard sin duda ante la opinión femenina sería considerado como un buen amante pero esta noche yo difícilmente me uniría a esa opinión. Cuando su lengua hizo su magia en mi centro simplemente el milagro no ocurrió, gemí porque se suponía que era lo indicado, curve mis dedos cuando debía, la magia pareció ocurrir pero por dentro estaba tan fría como un tempano. No, no, no; lo vi a través de mis parpados entrecerrados colocarse un preservativo, la penetración fue un poco dolorosa pero pareció no notarlo.
-dime que me sientes tanto como yo –gruño junto a mi oído.
-s-si –gemí no de placer sino de dolor.
Solo quería que acabara pronto, un coito doloroso no era la mejor experiencia para recordar y aunque él no tenía la culpa, me molestaba que en cada empuje no viera la diferencia entre una vagina lubricada a una que no estaba preparada para contener una erección. Cada gruñido me resultaba tan molesto como si tuviera reseca, maldita noche y sus resultados.
Cuando su cuerpo grande y pesado cayó sobre mí realmente fue un alivio, me acomodo entre sus brazos, beso una y otra vez mi sien, solo actué como si hubiese quedado agotada, sus manos me entorpecían y solo rogué desde lo más profundo que el sueño lo reclamara, lo cual hizo luego de quitarse el preservativo, anudarlo y tirarlo junto al sofá, suspiro como quien ha corrido una maratón y a los pocos minutos su respiración se normalizo.
-¿con que bien servido, eh? –le murmure al gigante junto a mí.
Sin ninguna modestia salí de la cárcel de sus brazos, ni aunque me hubiese dado el mejor orgasmo de mi vida hubiese quedado a jugar a acurrucarme con él. Me escocían las paredes vaginales, deseaba una buena ducha que me lavara de su sudor y crema, mucha crema para calmar la irritación vaginal. Camine en dirección de  la cocina y grande fue mi alivio cuando tome un vaso de agua helada, debía marcharme antes de que la dicha postcoital abandonara su conciencia y notara mi ausencia, primero muerta a volver a dejarme follar por Gerard.
Cuando abandone el apartamento respire aliviada, me permití recomponerme un poco en el pasillo, no sabía si quiera en que piso estaba, golpee varias veces el botón del ascensor hasta que al fin se abrió, estaba en un estado de ebullición insuperable, quería gritar, llorar, matar a alguien, cualquier cosa que me hiciese liberar todo la emoción contenida, no me di cuenta lo que había hecho hasta que el ascensor abrió en aparcamiento.
-¡maldita mi suerte! –jure cuando las puertas se abrieron y una decena de autos me dieron la bienvenida.
Intente golpeando otro botón que me llevase al primer piso o donde hubiese una salida cuando en la refriega el artífice de todos mis males se hizo presente.
-maldito estoy yo si te encuentro en los lugares más insospechados –entro sin ceremonia al ascensor dejándome pasmada -¿eres real o una alucinación de mi estado etílico? –hice una mueca cuando se tambaleo intentado tocarme.
-¿vives aquí? –pregunte como una tonta.
-hijo…claro que vivo aquí, ¿Dónde sino? –nuevamente se tambaleo y me vi en la obligación de sostenerlo.
-¿Cómo demonios fuiste capaz de llegar hasta aquí ileso? –no pude evitar preguntar.
-shh…deja de maldecir –hipo sobre mi cabeza y a mi pesar reí -¿a qué hueles? –me olisqueo como si fuese un perro y la risa ahora era incontrolable.
-para por favor –articule entre risas -¿en qué piso vives? –
-no me acostare contigo, no oliendo como lo haces –lo separe un poco de mi para verle el rostro.
-estas creído –murmure cuando vi su cara de fastidio –solo dime en que planta vives para dejarte a salvo donde no puedas hacerte daño –ahora mi tono no era para nada amistoso.
-aquella noche estuviste más encantadora –dijo apoyándose en mi –y olías mejor sin duda –
Ethan estaba ebrio hasta las trancas y un placer morboso empezó a reemplazar la frustración que momentos antes sentí, a juzgar la cena con su preciosa Aubrey no fue como había planeado. Entre piruetas, olisqueé mi cabello ¿a que olía? Bueno acababa de follar con otro hombre, mal polvo sí, pero igual se suda, simplemente olía a sexo, gran cosa.
-¿entonces? No sé si tú encuentras placentero estar encerrado en un ascensor, pero yo quiero llegar a mi casa. Así que o me indicas donde vives o te dejo aquí tirado –le advertí cuando lo único que salían de sus labios eran estupideces de borracho.
-quinto piso –
-al fin –
El ascensor abrió en un piso distinto al de Gerard y no pude evitar sentirme aliviada.
-las llaves –
-no sé –dijo frotándose los ojos –creo que las deje por aquí –intento buscar en un bolsillo de su camisa.
-a ver, déjame a mí –le pedí.
La tarea fue casi titánica, pero al fin las encontré en el bolsillo trasero de sus pantalones. Abrí con ella la puerta del departamento que me había indicado.
-no te vayas –murmuro cuando encendí la luz de la sala y me disponía a salir -¿Qué hacías aquí? –pregunto como si llevase tiempo debatiendo mi presencia junto a él.
-descansa chico –dije derrotada, ya mañana ni se acordaría que lo ayude a llegar a su piso.
-¿te tiras a alguno del edificio? –Y empezó a reír como si hubiese dicho la broma más divertida del mundo –bueno, ya te has acostado conmigo ¿eso cuenta, verdad? -
-no es de tu incumbencia –sentencie con una mano en el picaporte y justo su teléfono sonó.
Hubo algo gracioso en la escena, no era capaz de dar un paso en línea recta, no alcanzo si quiera las llaves de su casa y cuando fue a contestar su teléfono parecía un completo desastre. Por morbosa curiosidad espere a que contestara, estaba a un paso de mi necesitada libertad cuando él dijo su nombre.
-Aubrey…nena…un poco… -era suficiente, gire el picaporte y justo cuando estaba en el marco de la puerta el volvió a hablarme – ¡no te vayas aun! – ¡maldito imbécil! Quise gritarle pero el solo volvió a la conversación que llevaba por el teléfono - ¿solo?...no…si me acosté con ella, no hoy ¿Cuándo fue?-pregunto mirándome y el piso a mis pies pareció insostenible ¿Qué demonios estaba haciendo este tonto? –No debería molestarte, igual quien termino las cosas fuiste tú –sus hipidos de borracho le iban a costar una buena. Camine rápidamente hasta donde él y le arrebate el teléfono, colgué sin ceremonia alguna -¿la cague, verdad? –me pregunto en su más absoluta estupidez.
-tú lo has dicho –le dije con verdadero pesar y sin esperar a que replicara abandone su apartamento.



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Capitulo 2 - Una Chica Muy Mala


Había pasado una semana desde que tuve aquella horrible pelea con Stella, aquella noche me sentí traicionada por sus palabras, ¿desde cuándo Robert o mejor dicho la hermana de Robert eran más importante que la amistad que nos unía a Stella y a mí? La manera en que nos conocimos no fue para nada convencional. Era una de aquellas noches de otoño en que parece que el sol no quiere dejar de teñir de colores el cielo, parece todo tan perfecto que nada podía dañar esa aura mágica, pero para mí era un presagio de lo que estaba por ocurrir, no importa cuán intensa sea la luz del sol o cuan hermoso sean los colores de las tardes otoñales, siempre el sol se ocultara y la noche oscura vendrá a nuestras vidas. Recuerdo con nitidez esa noche en particular porque me había follado a un tipo que ni su nombre vale la pena recordar y precisamente aunque no merece que mi mente evoque su nombre lo que hice con él sí que jamás lo olvidare.
Para aquella época era mucho más salvaje de lo que soy ahora, no es lo mismo hacerlo a los veinte que hacerlo ahora a los veintiocho, los años no pasan en balde. Él y yo teníamos una historia y por largo tiempo planee concluirla como la chica en la que él me había convertido, la fiesta de fraternidad era la indicada y como todos mis planes nada bueno resulta sin que dañe a todas las personas que me rodean. Esa noche no había ingerido ni una gota de alcohol y cuando lo encontré a él todo lo que sucedió fue frio y premeditado, le hice un leve asentimiento con la cabeza y me siguió a una habitación que había preparado de ante mano.
Recuerdo una a una las emociones que se contenían esa noche en mi interior, nunca me ha gustado olvidar porque de lo contrario el mundo se abalanzaría sobre mí y me haría añicos, mejor destruir que ser destruido siempre me he recordado.
-¿Por qué me has guiado a esta habitación? –preguntó cómo el demonio taimado que era el bastardo.
-te he extrañado, bebe –ronronee mientras acortaba las distancias que nos separaban.
-sabes que estoy con Stella –me susurró como si media universidad no lo supiera, el chico popular se “enamora” de  la chica buena, la misma historia de siempre.
-solo lo haces por la novedad, porque ella es un calco barato de mi –me enfurruñe sin poder controlarme.
-no sabes de lo que hablas –esta vez fue él que no permitió que nos separara ni una pulgada y su aliento me repugno, lo que tiempo atrás nunca hubiera creído posible.
-¿entonces porque me has seguido? –susurre con falso deseo, mejor fingir que estrellarle todo mi odio en su cara.
-porque yo soy tu droga y tú eres una jodida yonqui de mi polla –dijo mientras frotaba su cuerpo excitado contra mí, fingí un gemido, lo tenía donde lo quería…con los huevos en mis manos –gatita, gatita, cierto que tu dulce coñito puede tener todas las pijas que quiera pero siempre querrá a papi, ¿verdad? –gimotee en lugar de gruñirle, fingir que sigue al control me recordé.
-entonces recuérdame lo que bien sabes hacerme –dije antes de besarlo como solía hacerlo antes, solo que esta vez no habían ningún sentimiento digno de redención en aquel acto.
Mientras deambulaba en los recuerdos pase por alto los detalles siguientes, ¿para qué rememorar como fingí en cada uno de sus embates? no tenía sentido recordar su rostro lleno de deseo como siempre fue cuando me veía desnuda ante él y me follaba o incluso como mi traicionero corazón tomaba alas creyendo que el sexo y mi cuerpo eran suficiente para tenerlo a él atado a mi o peor aún que mis sentimiento hacia él podían bastar para los dos.
-tu eres mía –gruñía cuando me empotraba contra la cama y yo me contenía de gritarle que yo también lo creía mío.
-¿y Stella? –le pregunte en cambio mirándole a la cara.
-esa tonta solo es un reto más –ladee la cara cuando intentó besarme y sonreí con suficiencia a la cámara que estaba oculta en la estantería y sin remedio mi cuerpo traicionero se rindió a él.
Desde ese día Stella y yo simplemente fuimos inseparables, nadie entenderá como precisamente ella pudo no odiarme y ser mi incondicional hasta ahora, pero solo ella conoce la historia verdadera y me jode precisamente que ella de todas las demás personas me dé la espalda. Dejo a un lado este estado de zozobra que me acompaña desde mi encuentro con Ethan y me preparo para enfrentar la verdadera realidad, Annette Jones asesora comercial de Brosnan Enterprise preparándose para robarle al tiburón más grande de la competencia la mejor cuenta de los últimos años.
Cualquier otro día tendría derecho a llegar un poco tarde, pero no hoy. Entro al abarrotado elevador y relato la presentación de principio a fin en mi mente, lo siento soy un poco maniaca no lo puedo evitar. Grupo a grupo van desapareciendo en cada planta y cuando llego a la oficina central pocos han llegado temprano y respiro aliviada de en un principio estar en el lugar de la reunión, me dirijo a mi despacho y por enésima vez me cercioro de que la presentación este guardada en el dispositivo USB y a punto de estallar mis nervios justo mi persona favorita de la planta entra sin anunciarse a mi oficina.
-¡oh por Dios! ¡Oh por Dios! ¿Estas nerviosa? –
-buenos días a ti también Clare –
-oh tontita, olvida esas cosas –creo haber agotado mi tiempo al explicarle un centenar de veces que no soy tonta y ni ella es mi confidente para que se de ese tipo de confianzas conmigo –levántate, quiero ver que has traído para comértelos a todos –como es una batalla perdida llevarle la contraria a Clare hago precisamente lo que me pide –estas caañóón –y aquí vamos con el alargamiento de las vocales como si con ello le diese más emoción a sus comentarios, juro que no la soporto, en ella el apodo las rubias son tontas no está para nada desencaminado.
-Clare, detén esto por favor. En cambio dime si el Señor Brosnan ya llego y si necesita que le informe algo de la presentación antes de que inicie la teleconferencia con Machine –ella hace un extraño aspaviento con sus manos a saber que significa y se sienta en el borde de mi escritorio, oh cuanto odio ese perfume repugnante que usa.
-relaajaateee amiga –chilla como una colegiala y tengo unas ganas urgente de asfixiarla –mejor cambiemos de tema –cruza los dedos como si fuese a confesarme su más oscuro secreto  y aquí vamos – ¡estoy saliendo con alguien de la oficina! –enarco una ceja y me pregunto quién será esta vez porque de hecho ella sale con alguien de la empresa cada semana.
-¿sabes algo? No me interesa. Ahora, sal de mi oficina y ve a hacer el trabajo para el cual te pagan –le digo sin tacto alguno, esta mañana es crucial para mi sin necesidad de añadirle más drama.
Clare hace pucheros y para mi sorpresa sale sin dar pelea y me pregunto que se traerá entre manos. Ella lleva un año trabajando como secretaria del señor Brosnan, quisiera poder decir pestes de su trabajo pero en cuanto a sus funciones es una trabajadora impecable ¿el problema? Jodidamente todo el tiempo trata de imitarme y ya estoy cansada de tener un mini club de fans en la oficina, no necesito de su hipocresía, ella puede caminar por su lado que no me interpondré en sus asuntos, lo juro.
-¿estresada? –
-¿es que todo el mundo ha olvidado llamar a mi oficina antes de entrar? –Le espete a Robert y el solo se dedicó a sonreír y a entregarme mi adorada taza de café de la mañana –olvídalo, ya estas perdonado –suspire cuando me lleve el primer sorbo a los labios, esto es la gloria.
-Anne, esta cuenta es nuestra –dice mientras masajea mis hombros tensionados y definitivamente ya me encuentro en el séptimo cielo.
-¿Por qué te casas con Stella y no conmigo? –le pregunte en broma y la carcajada fuerte y sonora que reverbero en sus labios libero parte de los nervios que me atenazaban.
En el momento de iniciar la presentación en la sala de junta se encontraban encabezando el comité el director Joseph Brosnan quien dirigió hacia mí un inclinamiento de cabeza autorizándome para empezar la teleconferencia, junto a mi Robert que apretó ligeramente mi mano dándome todo su apoyo, cuando alisé por última vez mi falda tubo e hice revisión general de los demás presentes mis ojos se cruzaron con la mirada cargada de deseo de Gerard, fruncí el cejo ligeramente ante su indiscreción, era un hombre apuesto, soltero, subdirector general y eso ultimo era lo que me había frenado de terminar en su cama; prohibido confraternizar con el trabajo era una de mis reglas para ligar, por el contrario él no cejaba en los intentos de sumarme a su lista de amantes y por el momento me dedico una pequeña sonrisa ladeada, me hacía acalorar no lo negare pero hoy más que nunca estaba en mi política, el trabajo primero.
Machine pedía de nosotros publicidad y comercialización de un nuevo dispositivo de rastreo para agencias de investigación privada, lo nuestro consistía en evaluar los riesgos y tendencias a la alta de los productos que ellos buscaban vender a sus clientes, éramos un intermediario para que ellos lograran sus objetivos de ventas. Nos habían exigido al máximo, habían postergado la decisión final por un mes y la dilatación de la cuenta no favorecía a las partes pero siendo ellos los inversores mayoritarios solo podíamos obedecer a sus caprichos.
-¿creen que este sería el producto final? –interrogo uno de los directivos de Machine a través de la pantalla.
-mi apuesta segura estaría en la confiabilidad del producto, señores –afirme cuando presentí otra prorroga más, iba ahora el todo por el todo –lo cual los haría a ustedes a los responsables de la campaña, no así a la publicidad –mire fijamente a la pantalla –esto es lo que ofrecemos o lo toman o lo dejan pero bien saben ustedes que Person C.A no es competencia para Brosnan Enterprise –
Robert me reprendió con la mirada pero el señor Brosnan sonrió disimuladamente, no quise mirar a Gerard, necesitaba mostrarme imperturbable.
-Señorita Jones ¿aceptaría cenar conmigo el viernes? –la invitación del señor Moses director de Machine me tomo por sorpresa –lleve un acompañante, a mi esposa le agradaría conocer a una mujer con un carácter como el suyo –dijo sonriendo y aun no podía salir de mi estado de asombro.
-¿e-eso es un sí? –dude al preguntar.
-venga a cenar con nosotros y lo averiguaremos –sonrió una vez más y como si nada la videoconferencia se cortó.
Me deje caer sobre la silla y busque las manos de Robert para no perder la compostura, escuche la risa de Gerard en la habitación y para cuando mire al señor Brosnan tenía en su rostro una afable sonrisa.
-ahora solo tienes que convencer a tu pareja de que te acompañe –fue su respuesta a todo lo acontecido, aun no salía de mi asombro.
La tensión en los presentes desapareció con las palabras del jefe, uno a uno empezaron a acercarse a darme las felicitaciones, contestaba mecánicamente a cada una de las notas de mis compañeros, necesitaba un tiempo a solas, necesitaba creerme que lo había conseguido.
-¿puedo tener mi mano de regreso? –la pregunta de Robert me hizo enfocarme, la sala se había despejado al fin.
-¡oh por Dios! –Chille emocionada -¡lo conseguimos! –dije abrazando a Robert con todas mis fuerzas, me separe solo un poco para besarlo en los labios lo cual le hizo conseguirle un color rojo intenso a su rostro.
-vale, para –
-cobarde –volví a chillarle antes de volver a abrazarlo.
-siento interrumpir –canto Clare a través de la sala de junta, ¿puede solo dejar de aparecer donde no la llaman?
-no interrumpes nada –dije liberando al fin a mi pobre Robert.
-juro no haber visto nada –por poco y le quito de una cachetada su estúpida expresión como de quien no mata ni una mosca –Robert querido, un hombre que esta como para comérselo y con ello no quiero decir que tú no lo estés ha venido a buscarte –intento camelearse a Robert con un guiño, por favor, él ya tiene dueña.
-¿ahora tomas también los recado de Robert? –esta mujer era una metiche de campeonato no pude evitar azuzarle.
-no tontita, es solo que estábamos saliendo todos de tu magnifica presentación y ese pedazo de hombre estaba como perdido y solo me acerque para ayudarlo un poco –lo cual quiere decir que tal hombres sí que estaba buenísimo y vino esta ave de rapiña por él.
-¿dijo cómo se llama? – se interesó Robert y disimule una carcajada ante la cara de desconcierto de Clare.
-por Dios ¿Qué cabeza podía tener cuando todos mis sentidos solo podían percibir el olor a testosterona? –
-vale, pues nos vemos Anne. Nuevamente déjame decirte que estoy muy orgulloso de ti, esta noche celebramos junto a Stella y ya hablaremos de quien te acompañara a la dichosa cena –dijo solo para que yo lo oyese aunque no creo que fuese necesario, ya Clare había salido.
-anda, seguramente es un cliente –lo apremie y me quede en la sala de juntas para recoger todo mi material de la presentación, me sentía eufórica, demasiada energía para este cuerpo o bien iba esta noche al gimnasio o iba por ahí a conseguirme un polvo.
-¿esa sonrisa es por los resultados? –Gerard me sorprendió.
-¿no tienes que ver detalles del contrato con el señor Brosnan? –respondí demasiado hostil cuando invadió mi espacio personal.
-olvídalo Anne, hemos estado jugando demasiado al gato y al ratón. Dame sola una noche y no querrás salir de mi cama –
Gerard jugaba fuerte, no se iba con medias tintas y por mucho que me gustase comprobarlo, no me sentía en la tesitura de corresponder a su juego.
-suéltame –susurre con poca convicción cuando me estrecho contra sí.
-nadie entrara a esta sala por ahora, déjame darte solo un anticipo de lo que podríamos tener –susurro a mi oído y mordió mi oreja como señal de lo que quería.
-por favor –suplique y vacile cuando lamio mi cuello.
-¿Por qué te me resistes? –sus manos masajearon mis senos, estaba a punto de perder esta batalla.
-porque si un día me acuesto contigo, será porque yo quiera no porque me andes acosando como una perra en celo –jugué la carta de la indiferencia lo mejor que pude.
-no sabes cómo me excita esa aura de mujer fatal –dijo apartándose de mí al fin.
-jodete Gerard –fue todo lo que dije, tome mis carpetas y abandone la sala de junta tan rápido como me llevaban mis pies.
No me era indiferente el coqueto de Gerard y ese era otro problema más, ¡céntrate! Casi me suplique, ¿Por qué en el mundo no tenía por jefe a un viejo verde, casado, casi calvo y con pelos en la nariz? No, a mí me tocó un hombre que esta como un tren, que además me tenga en la mira y que por razones verdaderamente estúpidas no haya accedido a su invitación de terminar en su cama.
-lo siento –escuche decir al momento cuando me estampe contra un muro humano, mis carpetas rodaron por el piso y hubiese terminado igual de desparramada si los brazos de esa mole humana no hubiese frenado mi caída.
-yo lo siento, no estaba mirando –susurre aturdida ¿pero qué demonios? Fue todo lo que pude pensar cuando  alce los ojos y mire con quien me había chocado.
¿Este día pertenecía a algún episodio del día de la marmota5? ¿Cuántos sobresaltos más me iban a acompañar? Estaba en un estado de ebullición, primero la reunión con Machine, luego Gerard y ¿ahora esto? Genial.
-¡eres tú! –quisiera saber ¿cómo alguien puede hablar como una acusación, gruñir en la misma frase y casi escupir las palabras al mismo tiempo?
-bueno, sí. Hola –dije simulando mi impresión. Empecé a recoger mis carpetas, esto no pintaba nada bien.
-¿Qué haces aquí? –¡Jesús! este hombre cuando no tiene unas copas encimas sí que puede resultar un verdadero gruñón.
-vale, tío. Trabajo aquí, relájate –
-¿eso quiere decir que conoces a Robert Hand? –por un momento su cara de turbación me provoco un ligero encogimiento, solo un ligero y casi insignificante encogimiento.
-para ahorrarte explicaciones, no solo lo conozco. Trabajo con él, comparto piso con su prometida y he tratado con tu querida Aubrey –dije rápidamente y con todas mis cosas otra vez en mis manos me apresure a entrar en mi oficina, no me convenía que Robert me encontrase cruzando palabras con él.
Antes de poder liberar el aire contenido en mis pulmones él entro detrás de mí a mi oficina y estuve cercana a una apoplejía.
-¡¿has perdido la cabeza?! –le recrimine entre dientes, me asome para ver si la impertinente de Clare estaba a la vista o si alguien más lo había visto seguirme, gracias a Dios que no habían señales de Robert a la vista -¿eras tú quien estaba buscando a Robert hace un momento? –pregunte sabiendo la respuesta.
-¡me habías conocido todo este tiempo! – ¿puede solo dejar de gruñirme?
-mira bombón, para que quede claro; esa noche no te obligue a nada, de muto acuerdo fue lo sucedido –
-¿Por qué lo hiciste? ¿Qué planeabas? –salte ante el tono de sus palabras, empezó a pasearse como un león enjaulado, la hostilidad era un don al parecer de él, este hombre de verdad que daba miedo.
-vete de mi oficina antes de que Robert se entere que nos conocemos –le dije cuando la verdadera razón de mi preocupación empezó a tomar forma en mi cabeza.
-eso debiste preverlo cuando me abordaste en la disco –paso su manos exasperado por sus cabellos y no pude evitar admirar la sensualidad del movimiento.
-entonces deberías cuidar por tener tu polla dentro de tus pantalones cada vez que tienes una discusión de enamorados con tu perfecta Aubrey –contraataque cruzándome de brazos.
-odias a Aubrey –Sonrió con acritud y yo enarque una ceja retándole a que dijese otra estupidez como esa – ¡eso es! oh por Dios ¿Cómo iba a saber que justo iba a dañar a Aubrey con una persona que la detesta de esta manera? –fue una pregunta más para sí que un comentario dirigido hacia mí.
-no lo repetiré, sal de mi oficina –murmure demasiado exaltada.
-por favor no le cuentes nada –y el inigualable hombre seguro de sí mismo, dueño de sus emociones, desapareció.
-no te preocupes, tú mismo ya te encargaras de hacerte más despreciable ante sus ojos –lo apuñale con la mirada, prefería al ogro gruñón que a esta piltrafa que suplicaba.
-ella es verdaderamente importante para mí –no pude contener una carcajada llena de cinismo, seguro pensaba lo mismo mientras me follaba, imbécil.
-pero eso no te hace digno de redención ante ella ¿verdad? –contraataque en cambio, bien sabía lo que era esforzarse por ser suficiente para alguien, querer que tu fueses su mundo, caminar siempre con la zozobra de que en cualquier momento harás algo que lo destruya todo –mis razones fueron egoísta pero para mi propio placer –le dije para no atormentarlo –ni siquiera somos las mejores amigas –le consolé cuando advertí sus propios fantasmas –no sé por qué te preocupas tanto, la fidelidad es una característica de quien la merezca – le aconseje ¿Qué? Si fracaso en mi trabajo, podría emplearme como libretista en el programa de Oprah.
-¿eso incluye a Robert? –volvió a suplicar.
-¿Qué hacías buscándolo? ¿Consiguiendo aliados? –
-no creo que sea de tu incumbencia –la beligerancia que tanto experimente de él el fin de semana pasado se hizo palpable.
-tienes toda la razón, me excuso por mi curiosidad –hice una mueca por mi falta de inteligencia.
Pero entonces Ethan me dedico una larga mirada, lo cual me hizo recordar el escarceo que habíamos protagonizados, súbitamente empecé a notar el calor de la excitación. El hecho de que él me mirase de esta manera me hacía sentir poderosa porque sabía que una parte de sus recuerdos me pertenecían y que si el me mirase como lo estaba haciendo, su mente de una manera u otra me recrearía a como me había visto en ese cuartucho de la disco.
-Anne –la puerta se abrió intempestivamente y tanto Ethan como yo nos envaramos, fue un gran alivio que quien entrase en esos instantes fuera Gerard –lo siento no sabía que estabas ocupada –su expresión no decía lo mismo.
Gerard miro a Ethan evaluándolo por si resultaba una amenaza para él y quise reír ante lo estúpido de la situación, para lo que no estaba preparada era para ver la aversión en el rostro de Ethan, seguramente obedecía a que estuviese nervioso de que en lugar de Gerard hubiese entrado Robert.
-¿necesitas algo? –intervine.
-solo que olvidaste la USB en la sala de juntas –dijo enseñándomela pero sin apartar la vista de Ethan.
-oh, gracias –di unos pasos en su dirección y la tome de sus manos, la cual resistió un poco antes de dármela, sonrió como si tuviésemos un secreto personal y quizás solo por mi orgullo magullado me sentí en la obligación de corresponderle –ven conmigo a la cena del viernes –me escuche pedirle –su sonrisa se amplió y al instante me arrepentí, el tomo mi mano y dejo un ligero beso sobre el dorso y salió de la oficina dando un asentimiento en dirección de Ethan.
-¿alguna pareja? –pregunto con ironía.
-¿ahora estas interesado en mi vida personal? – él sonrió con esa sonrisa de él, tan oscura y secreta ¡Dios! Solo quería probar a que sabían sus labios –vete Romeo, tu secreto está a salvo conmigo –dije con resignación, fue un milagro que incluso esa noche él se hubiese fijado en mí, aun una mujer como yo es consciente de sus limitaciones y él en honor a la verdad salió de mi oficina y con toda la mala suerte del mundo quizás de mi vida también definitivamente.


5. película dirigida por Harold Ramis, los eventos del día se repite cada mañana con exactitud a la vez anterior.

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CAPITULO 1 - Una Chica Muy Mala

Necesitaba echar un polvo y lo necesitaba cuanto antes, no es que fuera una obsesa del sexo, aunque hubiese un sector de la población femenina que me considerase promiscua, utilizando un lenguaje modesto. Un mes sin algo que se le parezca me hacía sentir como si estuviese perdiendo un poco de mi toque personal, era como si dejase de comer carne roja y empezase a sentir la deficiencia de la vitamina B12, ¿comprenden el sentido del discurso? No es saludable la abstinencia de carne de cualquier tipo en ninguna medida.
Cercana era la hora de las once de la noche, hora perfecta para salir de cacería como suele gustarme a mi denominar las horas para lograr una buena seducción con un partido medianamente decente, esta noche no arrastraría conmigo a Stella, bien sabe Dios que a la pobre no le iban mis fiestas salvajes y con eso de aquello que ha encontrado a su amor verdadero a saber lo que eso significa, por mi parte estaba decidida a irme de juerga sola pero con mi artillería pesada.
-¿saldrás esta noche? –Stella entro a mi habitación en el momento en que me colocaba los pendientes, con la enorme camisa de Robert como pijama sus intenciones eran más que claras.
-¿no es evidente? –La mire como si le hubiesen succionado el cerebro, ella soltó una risita casi inaudible que ilumino sus rostro aniñado lo cual me hizo caminar hacia ella y abrazarla –eres mi preferida –susurre a su oído.
Stella es todo lo opuesto a mí, somos dos partes de una mitad sin sentido, hemos compartido piso desde que terminamos la universidad y de eso son casi ocho años, aunque por los vientos de estos días dudo que sigamos compartiendo departamento.
-¿siempre pasaras el día de mañana en el piso de Robert? –le pregunte para recordarme que pronto  no seriamos  Stella y yo contra el mundo.
-sí, así que procura llegar temprano para saber que has llegado bien y que no te has encontrado con algún sicópata –sí, Stella nunca dejaría de ser mamá gallina.
-deja el drama mujer –le dije como despedida.
Camine por el largo pasillo que tenía por entrada la disco de moda en estos día en la ciudad, a mi parecer en el momento de una estampida seria de lo más absurdo este diseño arquitectónico, pero que podía saber yo de construcciones y medidas de seguridad, cuando a mí me gustaba vivir en el filo de la navaja. Era consciente que mi atuendo gritaba zorra en letras escarlatas, a veces no entendía como tan poca tela puede costar tanto dinero, pero por favor si me había tocado prescindir de ropa interior para poder lucir este modelito palabra de honor, eso ya tendría que rebajarle algunos dólares pero no, entre menos tela tenga, más cuesta, es la impronta de la moda al parecer.
Entre empujones, manoseos y pisotones pude hacerme a la barra, siempre he considerado que el lugar perfecto para cazar a mi pez de la noche es la barra, cuando fracaso tomo como plan B la pista de baile; dado el caso que apenas acababa de llegar alcance una silla vacía y tome asiento de manera seductora, aún no había visto a nadie pero seguramente ya algunos me habían visto entrar. Di la espalda a la barra y cruce mis piernas hacia la pista, Sharon Stone3 lloraría junto a mí por la perfección del movimiento.
Con uno de mis brazos libres tome la longitud de mi cabello y lo pase completamente a mí costado derecho para así en medio de un giro provocador observar a los hombres que estaban en la barra tanto a mi derecha como izquierda, pero mi plan calculado se frenó cuando abruptamente mis ojos se concentraron en él. Detuve la vorágine de ideas y mire fijamente al hombre que estaba a mi lado izquierdo, al diablo con lo trazado, no podían haber dos hombre con el mismo cabello negro, un poco largo para la moda de estos días y aquel perfil que dejaba sin palabras a la más inteligente, en mi opinión podía describirlo como de facciones marcadas sin rayar en la tosquedad, solo necesitaba que me mirase para ver si tenía los ojos tan azules como un cielo tormentoso.
Por el estado en que se veía no se encontraba para nada bien, los hombros encorvados como si soportase un peso abrumador y ambas manos sosteniendo una copa como si fuese la solución a todos sus males. Recordé a Stella y a Robert comentadome la situación difícil que estaba atravesando la dulce Aubrey, la pobre chiquilla; Stella era consciente de que no pasaba de a mucho a su cuñadita con sus aires de inocencia inmaculada pero aun así pude enterarme de gran parte de sus desdichas amorosas y voila tenia junto a mi ¿a como lo había llamado Robert? Ah sí, al hijo de puta que le había destrozado el corazón a su pequeña Aubrey. Robert era junto a mi asesor comercial en Brosnan Enterprise, llevamos cerca de tres años trabajando codo a codo en el sector comercial de la empresa y por extraño que a muchas les parezca y aunque se diga lo contrario, Robert es mi único amigo del género masculino; pero, mi afecto no se extiende a su querida hermana aunque ella con su aurea angelical no note mi aversión a sus modos.
Casualmente he coincidido en muchas salidas con Aubrey pero desde que estaba con Ethan, el mismo hombre que parece ser esta junto a mi esta noche, su vida social se había reducido a nada que no fuese él; allí empezaron las quejas de Robert, sobre como de dominante era, la forma irracional en que se manejaba respecto a los amigos de Aubrey, entre otras cosas. Nunca me gustaba decirle nada a Robert pero vaya sino hablaba de todas mis conclusiones con Stella, soy de las que comparten la idea de que existen dos tipos de hombres, los alfa y los beta y con sinceras disculpas mi dulce Robert pertenece a ese segundo grupo y por mucho que lo intentase no entendería la manera de ser de todos aquellos que hacer parte del primer grupo.
Liberándome de aquellas conclusiones empecé a sentir esa familiar alarma en mi cabeza, oh sí; habían problemas y yo quería hacer parte de ellos, nunca tuve la oportunidad de conocer a Ethan, pero si gracias a Stella lo había reconocido por fotografías escasas que se habían tomado en una salida familiar, fotos que hablaban de su personalidad avasallante y aunque Robert no creyese pero a distancia se veía que este hombre soplaba los vientos por la tonta de Aubrey. Sin dilaciones me acerque a su taburete y con osadía coloque mi mano a mitad de su muslo, el juego acababa de comenzar.
-¿me invitas a una copa? –susurre a su oído, haciéndome escuchar por encima del ruido reinante.
Su cuerpo no mostro el más leve reconocimiento a la invasión de su espacio personal, no giro siquiera el rostro y mantuvo la mirada fija en su copa, podía sentir como los engranajes de su cabeza giraban, empecé a imaginar lo que podía estar pasando por su cabeza en estos momentos, él pobre Romeo languideciendo de amor por Aubrey, la molestia de que una mujer a la azar interrumpa su noche de conmiseración y pena, en fin tantos escenarios posibles pueden estar pasando en estos momentos ante su cabeza quizás un poco embriagada pero que sin duda llegara a la misma conclusión, por mucho que su relación este yendo al traste ni siquiera una mujer que resulta atractiva y decidida para cualquiera no puede provocarle ese mismo placer que el solo roce de Aubrey con su inocencia provocaría.
-creo que te has equivocado, no soy tu hombre –contesto a través de un gruñido que me resulto claro aún a través de la música.
-eso no podrías probarlo sino lo intentamos –volví a susurrar a su oído y moví mi mano un poco más cerca de su entrepierna.
Sin prever su próximo movimiento me quede estupefacta cuando giro su rostro cual apuesto era hacia a mí y por unos segundo estúpidos mi mente maldijo mi sobrevalorada confianza en mí misma que no me podría haber preparado para asimilar tantas emociones en ebullición que se traslucían a través de sus ojos. En esos instantes sentí miedo, un terror que no concebía se apodero momentáneamente de mis sentidos, algo  me decía que tenía que huir tan rápido como pudiese pero cuando el volvió a hablar olvide el instinto autopreservación y me lance al vacío sin garantía alguna.
-¿un trago? –preguntó y una extraña sonrisa curvo sus labios.
Era como si en estos momentos él y yo escenificásemos la misma historia del gato con botas4 cuando se enfrenta al hechicero del castillo, sentía como cuando el gato le dijo al mago que no sería capaz de convertirse en algo pequeño y el mago tontamente se convirtió en un ratón, ciertamente en el presente yo estaba haciendo el papel del ingenuo hechicero.
-un trago y un baile –era como si sus ojos me hubiesen hechizado y aunque me creyese que yo estaba llevando la delantera en el juego, era él cual gato ladino estaba preparando a su presa para comérsela de un bocado, puestos ya no me opondría a ser el bocado de la noche.
-no lo creo guapa –y una de sus manos grandes y fuerte sostuvo  mi mano sobre su muslo impidiéndome seguir deslizándola a mi antojo.
-¿Qué podrías perder? –parecía un ruego desesperado, el me dejaría ir y yo no podría ganar.
-¿qué quieres tomar? –y su pregunta me silencio.
Ambos éramos adultos y sabíamos a lo que estábamos jugando, aunque la adrenalina de la seducción invadían mis venas, en lo profundo sabía que él no iría por mi esta noche, Aubrey era la dueña de sus pensamientos, de tal manera que cuando hizo su pregunta me descoloco. Empecé a pensar a la velocidad de los acontecimientos, sin duda era el Ethan de Aubrey, solo no entendía porque me estaba siguiendo el juego y quizás pronto lo averiguara ya que el volvió a preguntar cuando al parecer por tratar de entender sus palabras me había vuelto a quedar en silencio.
-¿ahora es mucho para ti? –su agarre firme se intensifico en mi muñeca, su pregunta escondía una violencia que me produjo un repentino escalofrió y las alarmas volvieron a encenderse en mi cabeza, este hombre sabia jugar más que yo, él solo deja desolación a su paso fueron mis pensamientos, pero ¿acaso yo no hacía lo mismo?
-olvídalo –le provoque –pagas mi copa y lo hare donde quieras –lo tente, no podía dejar que la pelota quedara en su tejado o perdería mi oportunidad.
-¿sin nombres? ¿Sin un me llamaras? –negocio como si hubiese picado en mi anzuelo.
-era mi oferta inicial –recorrí con mi mano libre el contorno de sus labios –pero puedo apostar mi trasero y seguramente no estarás ni medianamente excitado –sus cejas se elevaron como si lo hubiese tomado por sorpresa –así que mejor será que lo olvidemos, ¿tengo derecho aun a mi copa? –una renuente sonrisa volvió a curvar sus labios.
-veo que sabes jugar –me encontré mordiéndome el labio inferior cuando su mano condujo mi mano a su entrepierna y ¡señor! Este nombre tenia a reventar su cremallera.
-¿Por qué creo que me estas tomando el pelo? –aun no podía creer que esto estuviera sucediendo, sino fuera porque podía sentir en mi mano la erección de campeonato de este hombre creería que me estaba jugando una broma, por un momento quise poder enfrentarlo con Aubrey y ver que podía contestar pero quizás lo retorcido de esta situación era lo que había provocado excitación en él y yo tampoco quería jugar ahora a la señorita moral cuando estaba a solo un paso de conseguir mi boleto de la noche.
-no he sido yo quien me ha provocado – al parecer noto alguna vacilación en mí, sus palabras podrían significar cualquier cosa, no sabía si hablábamos de su erección o del momento en el que me le insinué.
Sin preverlo él se levantó de su taburete y sin soltar mi mano me condujo junto a él, por un momento pensé que nos conducíamos a la salida, pero mayor fue mi sorpresa cuando se adentró en un cuarto minúsculo y como si lo conociese de antaño encendió una bombilla.
-¿Qué es este lugar? –
-quítate el vestido –fue su orden.
Sonreí con una seguridad que no estaba convencida de poseer, cuando estoy con los hombres soy la que marco el ritmo pero él estaba desplegando unas cartas que mi juego no podía contraatacar. Sin esperar que me lo ordenara dos veces saque el vestido por la cabeza y me deleite con la transformación que sufrió su expresión cuando me vio desnuda, puede que él llevara el ritmo pero era yo la que llevaba este cuerpo y bien sabe Dios que si hay algo que me hace sentir segura es mi figura, la sensualidad innata de mis curvas, puedes quitármelo todo menos la conciencia de que lo años aun hacen de mi cuerpo un atractivo ineludible para los hombres.
-vaya, vaya. Así que tenemos aquí a una chica muy mala –
-¿lo crees? –Introduje el índice de mi mano derecha en mi boca y luego lo saque para dibujar un círculo alrededor de mi pezón derecho –vamos, muéstrame que es lo que tienes –
Se dejó caer en la pared detrás de él y con lentitud fue desabrochando uno a uno los botones de su camisa, estaba a punto de tener sexo con el ex de Aubrey y no podía creer tan buena suerte. No se despojó de la camisa, solo la dejo abierta para que dejara entre ver su torso y quise arrebujarme como un pequeño gatito sobre él y ronronear de placer, que suerte tienen algunas  mujeres y no son capaces de conservar un hombre como este que bien podría ser un regalo de los dioses. Tonta, sí; Aubrey se había ganado mi animadversión para toda la vida.
-toma el vestido colócalo aquí –dijo apuntado junto a sus piernas –quiero que me enseñes que tan hábil es esa boca atrevida –nuevamente sentí temblar mi interior ante su tono, con el no puedes jugar, susurro esa parte de mí que estaba empezando a cabrearme.
Debí tomar mi vestido y largarme de aquí cuando aún tenía oportunidad pero me mantuve en mi falsa confianza y me vi colocando el vestido como el me lo había pedido y me arrodille a sus piernas. Respire profundo cuando el temblor quiso tomar mis manos y con rapidez solté sus pantalones. Su pene desnudo apunto hacia a mí. Quise decirle que le conocía o más bien que conocía a su dulce niña, quise decirle que dejáramos las cosas así porque bien conocía a los hombres como él, cuando siguiéramos nuestros caminos, el odiaría su debilidad, la odiaría a ella por dejarlo vulnerable, pero nuevamente volví a decirme que yo no era ninguna madre Teresa y que él, herido o no por lo que sea que haya pasado con Aubrey, ambos en este cuartucho llenos de cables y otras cosas más que no logro distinguir sabíamos lo que hacíamos.
-veo que no gastamos tiempo en ropa interior –dije para acallar las voces en mi cabeza.
-pierdes demasiado tiempo en hablar –y sin previo aviso tomo mi cabello en un puño y acerco mi rostro a su erección.
Fue en ese instante en que deje de pensar, sostuve mis manos en sus fuertes muslos y me entregue a la tarea mecánica de succionar, lamer, succionar. Eleve mi rostro hacia él y el simple hecho de ver su rostro transportado de placer empecé a notar la humedad formante entre mis muslos, me entregue por completo a darle la mejor mamada de su vida; existe una ciencia sabia en el placer del sexo, persona indicada placer garantizado. No me importo en esos instantes si sus pensamiento eran para ella, era mi boca quien contenía su polla, era yo quien le daba placer, sin importar si siquiera si el día de mañana él recordará mi rostro, aquí yo era quien recibías sus envestidas y escuchaba con éxtasis sus gruñidos. Su mano libre dio dos ligeros toques en mi cabeza avisándome de que estaba a punto de correrse. Sabía que esto era un polvo rápido, dudaba mucho que él me quisiera devolver el favor de la misma manera, así que sabiamente saque su erección de mi boca.
Pasó su mano por la frente perlada de sudor y apretó los ojos en un intento de serenarse.
-ponte sobre tus manos –me indico con la respiración entrecortada, espere el momento indicado después de verle colocarse un preservativo, para ser un hombre de una mujer se notaba que había venido preparado para tirarse a cualquiera esta noche.
Quisiera poder decir que cuando me puse en cuatro, de cara a la puerta y el culo en pompa hacia él, él también se dedicó a lamerme el coño expuesto en esta posición o que con menos suerte me preparo con sus dedos pero no, gracias a la posición no le veía solo podía sentir y adivinar sus movimientos y mis sentidos solo fueron conscientes de él arrodillándose detrás de mí, agarrando con demasiada fuerza las caderas provocándome una ligera mueca ante la violencia de su agarre y con la misma brutalidad me envistió dejándome sin aliento por unos segundos y aun con tanto tiempo en esto del sexo ni se me habría pasado por la cabeza que soy de esas mujeres que la violencia las excitas, porque esto sí podría decirlo con certeza, me encontraba húmeda y resbaladiza como si me hubiesen hecho el mejor cunnilingus de mi vida y hubiese tenido múltiples orgasmos antes de que me penetrara. No era sobredimensionar la situación pero era como sentir su pene alcanzando todos los lugares de mi vagina, su cuerpo chocando con el mío, el sudor que cubría mi cuerpo, la sensación de envolver su polla y los gruñidos de éxtasis que esto le provocaba, sin tocar un solo instante mi clítoris me provoco un orgasmo vaginal tan renuente a veces entre nosotras las mujeres y unas lágrimas inexplicables rodaron por mis mejillas, gracias al maquillaje a prueba de agua, fue mi oración. La sensación eran casi perfecta, no quería que mis paredes vaginales dejaran de sufrir estos espasmos, no quería dejar de ordeñar su polla, quería que este momento fuera eterno pero solo fue ideal hasta que el propio orgasmo de él exploto.
-Aubrey –le escuche susurrar y una ira ciega nublo mi mente.
Me moví hacia adelante indicándole que saliera de mí, lo cual hizo al instante sin dudar, como si ahora mi vagina le diera asco, por un momento me vi tentada de decirle que por quien debería sentir asco seria por él, pero canalice la rabia hacia mí, bien sabía lo que ocurriría y no entendía porque me habría de haber molestado que aun él en un estado de obnubilación hubiese evocado a la dueña de sus pensamiento, quizás por orgullo propio me consolé. Cuando me levante, él que antes me miraba con tanto por decir había recubierto su cara de una máscara inexpugnable, ambos sabíamos que teníamos que fingir que él no dijo ese nombre y que yo jamás lo escuche.
-¿te acerco a algún lado? –preguntó mientras se abrochaba la camisa sin mirar hacia mí.
-no, gracias. Creo que aún tengo algo de tiempo para conseguir que alguien al fin me pague una copa –dije sin perder el tono arrebolado de quien se ha sentido bien follada, con presteza me coloque el vestido y salí sin decir una palabra más, todo se había dicho o eso pensé en esos momentos.
En realidad nunca volví a la barra y con prontitud me deslice entre los cuerpos de la disco y salí al fin al aire del exterior, nunca mire hacia atrás y detuve al primer taxi que paso junto a mí, tendría que despertar a Stella para que me alcanzase mi cartera para pagar la carrera porque con estas fachas no existe un lugar donde guardar el dinero.
Para cuando me había desecho del vaho que el sexo deja en el cuerpo y me había desmaquillado, Stella se coló en mi habitación y se tendió junto a mí a la espera de que le contara la aventura de la noche, por un momento quise decirle que no hubo suerte pero un impulso malévolo me llevo a vomitar toda la verdad.
-¿Qué tu haz hecho que? –gracias a Dios que por mucho que Stella se exalte su voz no sube ni un decibel de su voz normal, sino no tendría tímpanos si nos basábamos en la cara de terror que tenía.
-no sé qué te sorprende –jugué a la sueca cuando me di cuenta que esta vez Stella no estaría de mi parte –igual él es un hombre grandecito que sabía lo que hacía –me defendí cuando empecé a sentirme atacada por palabras no dichas de Stella.
-¿Dónde queda tu sentido de lealtad? –susurró con lágrimas en los ojos y la misma rabia que me había inundado en ese cuartucho cuando él pronuncio el nombre de Aubrey volvió a mí.
-pues si durante todos estos años no te has dado cuenta, ¡mi lealtad solo está contigo y con Robert cuando no te afecta a ti! –afirme con demasiada convicción, Wao pero ¿qué me estaba poseyendo esta noche?
-Pero Aubrey es hermana de Robert –dijo como si yo no supiese que las manos tienen cinco dedos y que las niñas tienen coño y los niños polla.
-¡y una mierda si me importa! –la beligerancia en la habitación era casi palpable y lo último quería era tener que pelearme con mi mejor amiga por la mosquita muerta de su cuñada.
-no sé cómo todo este tiempo he podido ser tu amiga –dijo como si no me conociera y sus palabras me hirieron de una manera que no sabía que podían hacerlo.
-creeré que solo lo dices porque estas enojada porque así como lo has dicho tú, puede mucho la polla de Robert mantenerte entretenida pero antes de él éramos solo tú y yo, no lo olvides –me levante no esperando su reacción y me pare junto a la puerta indicándole que por hoy las cosas debían quedar como estaban.


 1.                actriz estadounidense que interpreta el cruce de piernas más famoso de la industria hollywoodense en la película instinto básico.
2.                cuento de los hermanos Grimm.

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