-Tú, que te levantas ufano y desprestigias
mi amor por ti…-
Leonela no pudo
continuar, el alma le dolía y su espíritu rebelde parecía un fantasma de lo que
fue, llevo con desesperación su mano derecha a donde latía furioso su corazón,
iba a morir lo sabía, el aire faltaba, la luz era demasiado ominosa para
soportar, él era la causa y maldito fuera si frente a ella no hacia alarde de
su indiferencia.
-¿es que no
tenes corazón? –
Dijo
desfalleciente, ¿Cómo pudo amar en un tiempo a alguien tan frio como Facundo
Meneses? Él no siempre fue así, susurro su doliente alma, quería poder
mostrarse irreverente o fría como un pedernal pero aquí estaba ella, dando un
espectáculo patético de sí misma.
-mátame de una
vez, porque te convertiste en mi aire y mi sed –
Facundo con las
manos en puños refreno sus pies cuando vio caer de rodillas a su amor, oh
cuanto le dolía verla allí, ultrajada como un guiñapo, sin consuelo y sin
redención grito furioso su espíritu. Ella la causante de su humillación, ella
sí que no tenía corazón, ella no merecía ni el perdón de Dios.
-levántate
Leonela, no me humillès más –fijo su mirada al vacío, ya no tenía valor para
continuar –levantatè –volvió a urgirla –levantatè y no volvas más-
Con gesto
endurecido Facundo hizo a ademan de subir las escaleras del pórtico de su casa,
esta era la última vez que se permitía ver a Leonela, ya no había esperanzas
para ellos y todo hubiese salido como lo planeado si los sollozos lastimeros de
su mujer no lo hubiesen refrenado.
-para cuando la
luna sea nueva te daré un hijo –
-¿Qué mentiras
has dicho? –corrió a donde Leonela se había arrodillado – ¡miramè y volvè a
mentime como esa noche! –
-nunca te he
mentido, nunca –
Con esa suplica
en sus labios, su mundo se hizo negro y perdió las fuerzas, ah que bien se
sentía la muerte cuando el dolor del amor malogrado no podía alcanzarla.
-¡Leonela!
¡Leonela! –
Facundo estrecho
contra su cuerpo fuerte y sólido el menudo cuerpo de su amada, cuan delgada
estaba se reprochó en medio de su amargo dolor.
-mujer despertà,
no me hagas esto –suplico con pánico –¡Bernard! –grito con desesperación -mandà a trae un médico, que mi mujer se me
va de las manos –suplico cuando sintió a su ayudante en las escaleras y el
terror de perder a su amada lo consumia.
*dolor, es una creacion de mi autoria, no es el titulo de ningun proyecto. Un dìa me encontre con ganas de escribir algo como de epoca colonial y salio este pequeñisimo fragmento.
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