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confesiones de una chica de ciudad

No. No lo intentes, hazlo o no lo hagas pero no lo intentes…

Era la frase que había arrullado mis sueños después de una lectura inspiradora de Kristan Higgins y su memorial referencia a la sabiduría Jedi, ¿Quién lo diría? En su obra “para mí el único” y yo a sí mismo la tome como mi derrotero para los próximos días, pero como en la mayoría de las situaciones de la vida cuando nos enfrentamos a decisiones importante me levante con mis mismo temores, pero a diferencia de días anteriores, hoy había un desafío que se burlaba ante mis ojos, ese desafío sonreía exultante –no lo intentes – se burló como otras veces pero yo tome su horrible cabeza y la torcí entre mis delicadas manos y lo lance cuan estrella de beisbol a la última grada y me puse mis bragas de niña grande, le sonreí al nuevo día y como un consejo de viejas batallas, me palmee la espalda y con voz segura dije –esta será tu noche, mi chica –
Repare frente al espejo y lo primero que debía mejorar para la gran noche era mi cabello que con urgencia me pedía un poco de atención y cariño, mire mis uñas y parecieron a punto de iniciar una gran revolución porque estaban cansadas de no tener un bonito color que lucir. Estuve a punto de entrar en la crisis femenina de no tener el tiempo suficiente para iniciar los honores del día pero este era mi día ¿no? Así que di mi mejor sonrisa de chica dura y con sonrisa disimulada fui tachando uno a uno los puntos del día y para cuando la luz de la luna baño la febril ciudad, la mujer que me devolvía la mirada frente al espejo era una reina, regia, con su propia aura y sobre todo segura de poder conquistar el mundo con solo una mirada.
Alise por última vez el coqueto vestido de blonda negra que abrazaba unas curvas que pocos atuendos sabían lucir en mí, su altura no rayaba en lo obsceno pero un gran metraje de piel dejaba orgulloso al descubierto, mangas tres cuarto y un discreto escote “V” en la parte posterior mezclaba inocencia con desafío era el atractivo mostrado por un clásico recogido de mi cabello que consistía en una delicada trenza que venía a elevarse desde la base de la cabeza hasta un prístino chongo que  permitía la caída elegante del flequillo junto a suave maquillaje y por supuesto hermosos tacones rojos eran mis armas letales para iniciar la celebración. Baje las escalera desde a mi habitación cuan reina del drama y las miradas aprobatorias de mis amigos fueron el sello al contrato de la noche.

Decidida a pasar una noche inolvidable junto a quienes consideraba mis grandes amigos, nos acercamos a la zona rosa; allí la ciudad se mostraba hermosa, cosmopolita y colonial, recatada y liberal, libre y esclava de las pasiones, melancólica y anhelante. Me permití absorber su olor y sonreí por la noche y las oportunidades, era libre como un colibrí esa noche y nadie detendría el batir de mis alas, enderece mis hombros y en consonancia con mi espíritu mire a mí alrededor como si fuera una extensión de mi faz. En el trayecto de mi conquista cruce con un dulce admirador de mis días, coqueta lo cautive con la mejor de mis sonrisa y le permití estrecharme entre sus brazos, almacene en mi memoria como olisqueó mi perfume como si buscase grabarlo en sus recuerdos, me desprendí educadamente de él pero esta no sería su oportunidad, recuerden era mi noche y yo quería escalar nuevas alturas, quería el premio mayor.

Los planes no podían ir mejor, en mis arcas personales guarde una a una cada mirada que los hombres me dedicaban, el mejor aliciente para el orgullo de una mujer sin duda y como eran solo para mí las guarde en secreto, unas eran de admiración, otras de deseo pero ninguna era la que yo buscaba y era una mirada que me desafiara a mirarle con intensidad, que quisiese doblegar mi espíritu por pasión o algo mayor que se yo. -La noche es joven-  me fui convenciendo a medida que transcurría los minutos y departía con mis amigos.
La oportunidad se presentó cuando los ánimos se hallaban caldeados, me escurrí por un discreto pasillo de la disco y allí lo vi. En honor a mis más románticos y clichés pensamientos estaba él, como diría el autor bíblico en mis horas de comulgación –su altura sobrepasaba a los hombres del lugar - ¿a poco no era de por sí de ensueño? Con su cabello pulcramente llevado y vestido con vaqueros y camisa negra a la moda; sí, de negro como esta servidora, no pude evitar soltar una risita y creerlo una confabulación de la noche. Por lo que pareció una eternidad lo contemple ensimismada, mi conciencia con mirada admonitoria me diría más bien como una tonta –y cierra esa boca que te entraran moscas – hasta que la razón volvió a mí y dueña de mis sentidos me deje engullir por la música y empecé a bailar sin desviar mis ojos de sus movimientos.
Por un tiempo lo vi caminar alrededor como si buscase a alguien, rece para que “esa alguien” no apareciera si es que estaba en una cita, luego de un tiempo solo se detuvo en una columna con una cerveza en mano y desde su altura miro sobre el lugar donde habíamos personas bailando pero para mí desdicha sus ojos nunca se posaron en mí, era consiente que buscaba a alguien pero me creí incapaz de averiguar a quien o mejor dicho mi orgullo no quiso conocer a mi rival en potencia. Una parte de mi reconocía a un hombre que había salido a cazar y esa parte de mí, moría por ser cazada.
Imagine un sinnúmero de escenarios donde caminaba en dirección a él, lo tamaba de la mano y sin pedirle permiso lo sacaba a bailar, esa parte al mejor estilo Carrie Bradshaw me guiño un ojo en aprobación pero mi pesimista conciencia volvió a imponerse admonitoria –ni lo intentes, señorita. A saber que ETS tenga encima -¿escucharon? Solo estaba pensando  en sacarlo a bailar y ya mi mente discurría entre escenarios calientes y sudorosos. Me avergoncé y hasta sentí enrojecerme, la cosmopolita que había en mí se enfurruño y taconeo el piso en rebeldía, me disculpe con ella; no tenía los ovarios que mi chica dura interna a kilómetros poseía.
Decepcionada de que no hubiese mirado en mi dirección y digámonos la verdad con mi orgullo vapuleado porque no me creía decentemente linda, -hey chicas estaba realmente hermosa – me gire digna y me deje llevar por el ritmo absorbente de la buena música, - ¡tú te lo pierdes! –le grito con dedo del medio incluido mi chica dura interior y la exterior digamos que aún estaba sopesando esperanzadora las opciones. Baile dueña de mi cuerpo, él se movió provocativo al son de los acordes y cuando la adrenalina pulsaba por mis venas abrí los ojos sobresaltadas cuando note el peso de una mirada sobre mí…
Era ÉL, sonreía pero no era estúpida, el también bailaba y era imposible no sonreír por la letra de la canción,  no fui capaz de sostenerle por mucho tiempo la mirada, me concentre en su amplio torso, no es que estuviese bailando conmigo pero dado lo reducido del lugar y por giros de la

música allí estábamos él y yo bailando frente a frente, lentamente fui ascendiendo hasta su rostro y me deje cautivar por sus ojos verdes intensos, desee con todas mis fuerzas reducir la distancia que nos separaba, pegar mi cuerpo junto al suyo y absorber su aroma tan masculino, deslizar mi nariz por su escasa barba y embeberme en sus labios pero cual ramalazo de realidad alguien le halo de una mano y el hechizo se rompió, su pareja de baile lo reclamo y hasta mi conciencia se compadeció de mí y me ofreció un tímido abrazo, si, a ella también la había cautivado.
Escuche las inocentes preguntas de tanteo que ambos se hacían y me grite por todos los nombres innombrables que se me ocurrieron esa noche, -ves –me decía mi chica dura –ella serias tú en estos momentos – pero hice oídos sordos a sus acusaciones y seguí espiando miserablemente su baile y conversación. –puedes creer que ni siquiera ella se le pega con esta salsita tan deliciosa que suena – susurro enojada mi cosmopolita –ni que nosotras fuéramos capaz de hacerlo –contraataco mi conciencia –tócale el hombro y pídele la siguiente canción – me animo mi parte tenaz -¿Cómo puedes si quiera pensarlo? –Me recrimino mi conciencia –esta con ella, ten un  poco de dignidad –
Cansada de la discusión que llevaba en mi interior cual tormenta, baile como si la vida se me fuera en ello, me deslice entre los cuerpos que llenaban la disco hasta que pude salir al aire limpio. Los hombre y mujeres que habían allí me miraron haciendo juicios sobre mí, para ese momento solo tenía de maquillaje el rojo de mis labios pero lo demás ya había volado, estaba sudorosa, el rostro enrojecido y por qué no, todos sabían e incluso yo que necesitaba enrollarme con alguien, porque al estilo más instintivo y salvaje mi cuerpo gritaba sexo.
Pero camine orgullosa entre ellos y me interne en unos de los callejones que adornaban el lugar y salí al encuentro de unos amigos en otra disco cerca de donde se hallaba mi calvario. Allí no baile, solo me refresque un poco y aunque suene humillante lo siguiente que contare, se convertiría en la lección de la noche; otra de las mujeres que estaban acompañando a mis amigos, que a mi juicio inicial no tenía ninguna chispa, tras un momento en la barra un guapísimo chico la siguió y haciendo galas a su falta de iniciativa, lo dejo escapar como cuando intentas resguardar el agua del mar entre tus manos. No pude evitar sentirme amarga, y la odie por envidiarla, la odie porque aunque ella no había gastado la mitad del tiempo que yo había utilizado para embellecerme, ella había levantado un gran partido y lo había dejado marchar como si nada.
Me harte de estar allí y tome a dos de mis amigos y me escabullí del lugar como si huyera de la noche, me encontré con el romeo de mi nueva persona en el mundo especial para odiar y cuando dio un paso en mi dirección para invitarme a bailar, lo mire con desprecio, a él también lo odiaba por no haber mirado primero en mi dirección, lo creí poca cosa si en su juicio su primera y mejor opción era haber invitado a bailar a una chica que a los ojos de mi orgullo herido estaba ausente de gracia y belleza. Mírenme por favor, llevaba puesto un maldito vestido de $300 000 oo m/c, unos tacones de vértigo imitación de prada pero hermosos al fin al cabo. Había recibido comentarios de las chicas que componíamos el grupo de que a mi lado se sentía insignificantes por lo hermosa que me veía y aquí estaba yo siendo interceptada como segunda opción y a saber si tercera o cuarta de no sé cuantas más.

Sé que sonaba odiosa, malcriada y repúgnate, pero cuando sientes que tocas el cielo y lo mejor que has recibido son miradas y nada de un verdadero acercamiento no puedes evitar conjurar todos tus demonios para no derrumbarte y mostrar cuanto te ha herido la situación. No me di cuenta que había llevado mis pies hasta la disco donde había visto a mi chico de portada, como le había bautizado. Me interne en el mar de gentes que  bailaba y lo vi, el seguía allí  pero ya no baila con la chica que antes de salir había visto junto a él y la esperanza volvió a brillar en mi interior. Me arrepentí al instante que mire en dirección de la nueva chica, era mucho más pequeña que yo, llevaba calzado plano, tenía un horroroso maquillaje aplicado. Mi orgullo ya no podía con tantos sinsabores de la noche.
-¡¿Qué esperas para quitárselo a esa?! –Grito mi orgullo –tienes con que llamar la atención de él –susurro por lo bajo mi conciencia –inspire profundo y cuando solo faltaba nada para extender mi brazo y tocarlo para llamar su atención, la innombrable de la noche, tomo la cabeza de mi chico y la inclino de manera forzada y se impulsó sobre sus pies y lo beso. El aire salió expulsado de mis pulmones, el mundo se convirtió en un borrón, solo podía ver como ella lo besaba y él no hacía nada para responder a su beso o rechazarla, quise arrebatárselo de sus garras, pero mi orgullo se enojó contra mí –rechazaste a aquel chico porque había bailado con aquella otra y pretendes recibir las migajas de las babas de otra – fui testigo como ella le susurraba al oído y él aceptaba sin más.
No pude más, me disculpe con mis amigos y salí a la calle por el primer taxi que parara frente a mí. Me sentía lívida, era como si no sintiera las horas de pie bailando sobre esos tacones asesinos, era mi alma triste y resentida contenida en un cuerpo que no sentía, ni percibía nada. Al llegar a casa y alcanzar mi habitación, me despoje del disfraz que había llevado esta noche, en mi vida nunca me había sentido tan humillada y sacudida.
-sabes, ese chico guapo había salido a cazar y por lo pobre de sus elecciones, era obvio que si te hubieses acercado, no te hubiera rechazado –
Si uno pudiese fulminar su orgullo, creo que yo lo hice en esos instantes. Tome una toallita desmaquilladora y lave mi rostro y solo quedo una pobre calcomanía de la chica que hora antes había salido airosa a comerse el mundo. Llore, llore como una niña desamparada, cuando el diluvio de lágrimas ceso, la frase mencionada por esa voz recalcitrante y amargada me atenazo por tiempos, “si se fue con esa ¿Por qué no lo hubiese hecho contigo?”
-¿tan poca cosas te consideras? –me arrullo mi conciencia.
-¿pero no viste cuan perfecto era? –le respondió mi chica dura.
-pues de que le sirvió sino miro ni una vez en dirección de nuestra chica –refuto enojada.
- ¿por qué no tomo ella la iniciativa?  Siempre a la espera de que los hombres se nos tiren a nuestros pies –si seguían gritándose en mi cabeza pronto iba a explotar –ahora estaríamos por lo menos con los labios enfebrecidos por los besos de ese delicioso hombre –
-puaj –escupió mi conciencia y sonreí, sonreí de verdad – ¿no viste con quien se besó? –
-técnicamente ella lo beso –respondí con un poco de valor.
-oh, Dios. No sigas por ahí –me señalo con su dedo condenatorio –si ese tipejo no fue capaz de mirar en tu dirección, pedirte un baile siquiera es porque sencillamente no valía la pena –
Mis ojos lagrimearon una última vez ante las palabras de mi maltrecho corazón. No valía la pena fue mi último pensamiento de la madrugada. Ahora que miro en retrospectiva mi fatídica salida me avergüenzo por el numerito que monte aquella noche. Solo alguien resentido y amargado podía haber actuado como yo lo hice, odiar a una chica que no era muy diferente de mi a como era cuando no tenía las capas de maquillaje con las que me cubrí me hizo sentir aún más repulsiva.
A mi mente llegaron recuerdos de hombres que por menos me han visto y han querido poner sus mundos a mi pies y yo por una tonta noche, estuve dispuesto venderle mi alma al diablo, solo porque unos zapatos, ropa y maquillaje me hacían sentir poderosa. Mis adoradas chicas, a veces creemos que la belleza esta en cuanto podamos adornar nuestros cuerpos y descartamos la verdadera belleza que solo corazones valientes y valerosos son capaces de ver. Aquel chico de portada es el sueño de toda mujer y por mucho tiempo será el adonis de mis sueños pero no era el indicado, yo seguiré buscando porque por allí está mi hombre, el verdadero. Aquel que no me pedirá un baile luego de que otra lo haya despreciado, será uno que cuando cruce su camino junto al mío sabrá que yo soy la indicada y él si sabrá conquistar a todas esas yo que habitan dentro de mí y cuando caiga en su embrujo, será fuerte y duro porque así es el amor.

Nos vemos hasta otra historia de una chica de ciudad. 

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